Noche de cantos en la parroquia de Bonnevoie, Luxemburgo

Luxemburgo. Canciones del mundo, la voz de un pueblo

Con motivo de la fiesta parroquial, la comunidad de CL ofrece a todos la exposición sobre don Giussani y una velada de cantos

En la parroquia María Reina de la Paz en Bonnevoie, un barrio de Luxemburgo, muchos de nuestra comunidad hacen la caritativa con el párroco, el padre Laurent, repartiendo comida y material de primera necesidad entre los refugiados, drogodependientes y necesitados, mientras que otros participan en la catequesis de los jóvenes. Con motivo de los 125 años de la parroquia, se invitó a todos los movimientos y grupos a proponer un gesto público. Nos pareció una ocasión espléndida para conmemorar el centenario de don Giussani. Y así surgió la velada del 17 de junio, que para nosotros supuso un verdadero anticipo del Paraíso.

Enseguida pensamos en una velada de cantos, que titulamos Canciones del mundo, la voz de un pueblo. La semana del concierto también expusimos en la parroquia varios paneles de la exposición sobre don Giussani “De mi vida a la vuestra” para que todos pudieran conocer algunos aspectos de su vida y de su pensamiento. Al empezar, Sara contó cómo don Giussani nos enseñaba la belleza de los cantos, remitiendo siempre al origen. «¿De dónde surgen los cantos? De una necesidad humana: necesidad de amor, necesidad de justicia, necesidad de salud, necesidad de belleza, necesidad de primavera». Para construir el itinerario de los cantos partimos de un hecho que nos marcó este año: el llamamiento del Papa al movimiento en la plaza de San Pedro el 15 de octubre para «acompañarle en la profecía por la paz». Así que empezamos con algunas reflexiones sobre este tema. En este mundo herido, ¿es posible la paz? ¿De dónde puede venir?
Con los cantos queríamos mostrar nuestra experiencia: que Él está presente y tiene sed de nuestros corazones sedientos. No ha querido dejarnos solos. Está presente en la Iglesia, entre nosotros, que somos una “pobre voz”, pero una voz que no deja de cantar, de pedir «que el aliento de la vida no tenga fin». Y nos ha dejado a María, a la que podemos pedir incluso lo que parece imposible. Esa noche le pedimos el milagro de la paz.

Para acabar el concierto, entonamos el himno sagrado luxemburgués Oh Mamm, léif Mamm (Oh Madre, querida Madre), dedicado a la Virgen consoladora de los afligidos, patrona de Luxemburgo. Al introducirlo, recordamos que don Giussani siempre nos ha enseñado a aprender los cantos de los pueblos de las tierras a las que íbamos a vivir. Repasando estos meses de preparación, es imposible evitar una sonrisa al pensar cómo el Señor se ha servido de nuestros deseos, de las capacidades de cada uno, de la conmovedora generosidad que hemos encontrado entre nosotros y sobre todo en los demás, pero también de nuestros malentendidos, preocupaciones y límites. Este evento fue una gran ocasión para invitar a amigos, compañeros y padres del colegio de nuestros hijos. Algunos se quedaron impactados al oír a un pueblo cantando en tantos idiomas distintos. En la iglesia había esa noche muchas caras nuevas: jóvenes, ancianos, familias con niños, conocidos, parroquianos, amigos que hemos conocido en la caritativa y sobre todo muchos rostros que aparecen cada martes en el reparto para pedir ayuda.

Hubo un martes que la fila era demasiado larga y algunos tuvieron que volver a casa con las manos vacías. En otra ocasión habría sido motivo de un gran enfado, pero fue la ocasión de preguntarnos: «¿Quién responde realmente a su necesidad?» y fue la posibilidad de repasar la experiencia de estos años de caritativa, es decir, recordar que su necesidad es la misma que la nuestra. Por eso, aparte de la comida, podíamos compartir con ellos la belleza de esta velada, pues verdaderamente “no solo de pan vive el hombre”. El cansancio de la organización se evaporó al pensar que esa noche también podía ser para cada uno de ellos.
Como lo fue para un amigo sirio que lleva seis meses en Luxemburgo. Vive en un centro de refugiados y desde hace unas semanas nos ayuda con el reparto, a pesar de que él mismo vive en una situación de indigencia. Al enterarse del concierto se le iluminó la cara. Nos confesó que era músico, pero que no tenía guitarra desde que los terroristas la destruyeron al arrasar su pueblo. Al terminar el concierto, Giacomo y Juani le regalaron una de las guitarras que habían usado.
Dos madres ucranianas a las que conocimos por la caritativa también vinieron al concierto con sus familias. Lo primero que nos dijeron esa noche con los ojos llenos de alegría fue: «¡Gracias!».

Que la belleza de ese momento era para todos también nos lo testimonió Marco, que se pasó todo el tiempo que duró el concierto “controlando” a su hijo pequeño. De vuelta a casa, el niño corrió a donde estaba su madre y le dijo: «¡Mamá, esta noche hemos visto algo precioso!».
Regalamos al padre Laurent la nueva edición en francés de El sentido religioso para agradecerle su acogida y permitirnos instalar la exposición sobre don Giussani durante una semana entera, dejándonos las llaves de la parroquia. Y él nos devolvió palabras llenas de gratitud y asombre por el concierto.

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Al día siguiente, hablando entre nosotros, con la alegría de haber contribuido a algo tan bello, Luciano nos decía: «Pensad en los 72 que volvieron llenos de asombro después de haber sido enviados por Jesús para anunciarlo y ver que ellos también podían realizar prodigios en Su nombre. Vuelven con Jesús, se lo cuentan y él responde: “No estéis alegres porque se os someten los espíritus; estad alegres porque vuestros nombres están inscritos en el cielo”».

Bien pensado, hay muchos motivos para estar agradecidos: muchos encuentros y mucha generosidad, pero sobre todo por haber vuelto a tomar conciencia del encuentro que hemos tenido, de la forma tan humana y fascinante con que el Señor se ha hecho y se hace presente en nuestra vida, y nos ha puesto juntos en esta historia –que tantas veces damos por descontada– sin censurar ni olvidar nada de nuestra humanidad.
Los amigos de la comunidad de CL en Luxemburgo