Mary Cassatt, "Mother and child" (The goodnight hug)

Canadá. La promesa de Trevor

Su hijo de 18 meses muere de repente, en unas horas. Rosie y Sean, sus padres, describen su dolor, la compañía de sus amigos y las preguntas que se abrieron paso ante su cuerpecito

El 10 de diciembre, nuestro hijo Trevor, de 18 meses, murió inesperadamente. El día 9 se puso enfermo –no parecía más que un resfriado– y al día siguiente ya no estaba. Luego supimos que tenía una rara forma muy invasiva de estreptococo que en ciertos casos extraños puede causar la muerte rápidamente. Era un niño extraordinariamente sano y nunca sospechamos que estuviera sucediendo algo grave hasta que no fue demasiado tarde.

Pasaremos toda la vida intentando entender lo que pasó ese día. Nos tendremos que enfrentar a las circunstancias traumáticas de su muerte y siempre llevaremos la pesada carga de su ausencia. Pero también nos pasaremos la vida buscando el sentido de las numerosas y poderosas gracias recibidas durante este tiempo, que deseamos testimoniar y compartir con otros. Nos encontramos llenos de asombro por dos cosas: el misterio de su vida y la riqueza de la compañía que hemos recibido después de su muerte. Contando algunas de sus experiencias, el padre Rich Veras escribió una vez: «No puedo negar que he visto florecer el bien en medio de toda esta fealdad. El bien no es menos real que el mal».

En el cabecero de Trevor, en el hospital, hemos visto despertar nuestra razón. Junto a su cuerpo pequeño e inmóvil, hemos visto brotar en nosotros un juicio muy claro que aún no se ha desvanecido: Trevor era todo bondad, era totalmente bueno, un puro don. Esta conciencia ha sido dolorosa, ha llegado con dolor y va inseparable con él: el dolor de no saber cuándo lo volveremos a ver, la sensación de haberlo dado por descontado, la impresión de que nuestras vidas, que estaban tan ligadas a sus ritmos, han dado un vuelco total. Pero este dolor desvela también la profundidad del don que él ha sido. En la habitación del hospital estábamos rodeados por esta paradoja. Quedarse solo en la tristeza y olvidar su bondad es huir de la verdad y no corresponde totalmente a lo que ha pasado en nuestra familia.

El funeral de Trevor fue un día muy hermoso
, hasta en sus peores momentos. Para nosotros ha sido la ocasión de comprender que ahora él ha encontrado reposo entre los santos, viendo su pequeño féretro blanco en medio de una iglesia rodeada de imágenes sagradas. Hemos visto a la gente ponerse en fila para rezar ante su cuerpo y no olvidaremos sus rostros ni la expresión de sus ojos. Recordamos que nos invadió una extraña alegría cuando el coro cantaba What child is this? antes de que cerraran el ataúd. Todavía sentimos vibrar la voz de monseñor Wingle celebrando la misa, llevamos grabado en la mente el rostro del párroco de la basílica, recordamos haber visto llorar al empresario de la funeraria. Ha sido una experiencia sobrecogedora e infinitamente rica. Más que tristeza, lo que hemos vivido ha sido una profundidad inconmensurable.

El sentido de esta comunión tan profunda continuó cuando los niños de nuestra comunidad de CL celebraron un homenaje a Trevor la semana siguiente, dedicándole su actuación de Navidad. Nos conmovía ver cómo los demás padres no tenían miedo a estar a nuestro lado ni a recordar a Trevor, a pesar de que esto les hiciera pensar en la mortalidad de sus hijos. Incluso pusieron la foto de Trevor en una mesita a la entrada de la iglesia y por algún motivo el sacerdote no la retiró después. Al contrario, la adelantó hasta el altar lateral, donde estuvo toda la semana previa a la Navidad. Por las mañanas, íbamos a la iglesia solo para estar ante el rostro de nuestro hijo rodeado del misterio de la misa. Su rostro era el punto de partida de nuestras jornadas. Todo lo que decía la misa nos parecía totalmente plausible frente al misterio de su rostro. Ahora, el rostro de Trevor es un nuevo inicio para nosotros, con una modalidad aún más profunda que cuando estaba vivo. Nos ha adentrado en una forma de contemplación que no es una estrategia ideada por el hombre, sino que está totalmente arraigada en la realidad. Es un reclamo tangible al misterio de Dios.

Cuando Trevor murió, recibimos un apoyo increíble de la gente. Todo empezó en el instante en que se apagó. Dos amigos de nuestra Fraternidad, Ben y Claire, vinieron inmediatamente a urgencias. No dudaron en venir para estar con nosotros y sentarse junto a su cuerpo. Una cosa es la amistad cuando te diviertes y lo pasas bien juntos, otra es cuando tienes amigos que se lanzan a tu lado en el peor momento, ante un espectáculo tan tremendo. Con el paso de las semanas, todavía nos seguimos preguntando de dónde sacaron el coraje. ¿Quiénes son estas personas que, firmes ante una muerte tan insensata, se lanzan a nuestro lado con tanta certeza?

«¿Quiénes son estas personas?» se convirtió en un estribillo recurrente en la semana siguiente a la muerte de Trevor. El obispo James Wingle, al que apenas conocíamos, vino a vernos enseguida y fue una presencia paterna durante la semana de preparación del funeral. Percibió claramente nuestro dolor, pero fue para nosotros un punto de referencia sólido, transmitiéndonos fuerza y esperanza, favoreciendo un clima de silencio pero exaltando la cercanía infantil de Trevor; nos dio un profundo apoyo espiritual. John y Cecilia nos acogieron en su casa durante más de una semana. Directamente nos dieron las llaves y nos dijeron que podíamos quedarnos todo lo que quisiéramos. Incluso nos permitieron invitar a quince personas a cenas organizadas en el último momento y estuvieron a nuestro lado cuando teníamos demasiadas cosas que decir y también cuando nos faltaban las palabras.

La gente nos ha acompañado de una manera tan extraordinaria que nuestros familiares, que venían de fuera de la ciudad, han podido verlo con asombro. La muerte de Trevor ha borrado fronteras y ha reunido lo que estaba separado. Su muerte ha «desvelado el pensamiento de muchos corazones». Han aparecido personas con las que no hablábamos desde hacía veinte años, hemos recibido mensajes de afecto de compañeros con los que nuestra relación era hasta ahora solo profesional, hay desconocidos que nos han traído comida y hasta la policía nos ha traído flores. Por un momento, Trevor ha suprimido las leyes de la física entre los hombres y cosas que parecían imposibles han sucedido ante nuestros ojos.

Ninguno de estos gestos de apoyo ha eliminado ninguna de nuestras preguntas. Todos los días deseamos volver a verlo, ¿a dónde ha ido nuestro hijo? ¿Para qué ha servido su vida? ¿Por qué nosotros seguimos aquí y él no? ¿Nos “merecemos” esto? ¿Qué significa vivir una vida cumplida, y de verdad la suya ahora lo está? Nadie ha respondido a estas preguntas, pero su dimensión infinita está acompañada continuamente por el apoyo creciente que recibimos de los que nos rodea. Toda la realidad remite a otro, nuestras preguntas se iluminan a medida que se profundizan nuestras amistades.

LEE TAMBIÉN – «Por un amor que siempre he llevado dentro»

A menudo vemos que nuestros amigos enmudecen como nosotros ante estas preguntas. Trevor era solo un bebé, ¿por qué entonces nosotros los adultos le miramos a él buscando una guía? La vida breve pero hermosa de Trevor nos desvela a todos una verdad. Nosotros atravesamos la vida buscando una realización que es mucho más grande que el mero crecer, una realización que se ve en la unidad de una familia y en la alegría de un niño. Trevor no ha tenido tiempo de crecer. Dios no le ha pedido perfeccionar su voluntad ni su libertad a lo largo de toda una vida. Ha querido darle una vida casi perfecta para tenerlo a Su lado. Es una modalidad que nos desafía para recordarnos que lo que más deseamos es vivir la vida como ha hecho Trevor, lleno de alegría y al lado de nuestro Creador.

Los acontecimientos del último mes han sido extremadamente intensos y creo que solo estamos al principio del camino. Sentimos que nuestro trabajo consiste en permitir que lo que ha sucedido nos moldee y siga sucediendo. Nunca hemos entendido mejor que ahora lo que es la oración –Giussani la definía como “conciencia”– y vemos que no hay otra forma de afrontar lo sucedido que la oración: todo lo demás es parcial. En esta situación, la oración es sencillamente permitir que lo que ha sucedido siga sucediendo, custodiando estas cosas en nuestro corazón, lo incomprensiblemente bueno y lo incomprensiblemente malo, que se han mezclado de una forma tan misteriosa.

Nuestra pregunta ahora es cómo seguir
. Muchas cosas en las que antes nos esforzábamos, nosotros y los que nos rodean, ahora las vemos más como una distracción de esta tarea esencial: ¿cómo puedo seguir? ¿Qué se está creando en este momento? Las poderosas gracias de las que hemos sido testigos nos dan la certeza de que esta intrusión del misterio en nuestra vida no es inútil, no se limita a su aspecto más insensato y brutal. Hemos visto que la realidad es terrible, pero también hemos visto que está cargada de promesa. ¿Cómo podemos seguir mirando hasta el fondo lo que ha sucedido?

Rosie y Sean, Montreal