Voluntarios llevando ayuda a civiles en Bakhmut, Ucrania (Foto Ansa)

Ucrania. «Llevarlos dentro de nosotros»

Velada de testimonios en Milán sobre el conflicto ucraniano. Con los que viven en su propia piel las consecuencias de la guerra y con los que intentan ayudar, proponiendo un camino

El 20 de febrero, un año después del estallido del conflicto en Ucrania, tuvo lugar en Milán un encuentro de testimonios con personas implicadas en la ayuda humanitaria: historias concretas, dramáticas y conmovedores. Historias que dicen: «Aquí estamos».

Riccardo Bonacina, moderador de la velada, explicó que el año pasado «no solo nos devuelve un catálogo de horrores, sino también infinidad de bien, de acciones que no solo tienen el mérito de apoyar a las víctimas, sino también de indicar el camino hacia un futuro deseable, no de guerra sino de paz, y por tanto de fraternidad. Una fraternidad que se vislumbra al menos como deseable aunque todavía lejana». Esa era la razón de la velada, resumida en el título “Occupy Ucrania”, como diciendo que Ucrania ha sido ocupada por el ejército invasor, pero también por acciones de bien.

Los testimonios se sucedieron mostrando actividades promovidas sobre todo en territorio ucraniano: la construcción del Peace Village (Pueblo de la paz, ndt.) proyectado por el arquitecto Mario Cucinella, las ONG dedicadas a repartir leña para calentarse y a dar apoyo a los hospitales con medicinas e instrumental médico, el seminario transformado en centro de acogida por el padre Ihor, que se conectó desde Ucrania lanzando uno de los mensajes más significativos de la velada: «Todos los días pido al Señor que me ayude a no llenar mi corazón de odio, porque si mi corazón se llena de odio lo pierdo todo».

Sus palabras resumían lo que salió en los relatos de numerosas experiencias allí presentes. A la “caridad” de esas palabras se sumó el impresionante servicio a la verdad de la periodista Stefania Battistini, que arrojaron luz sobre cómo es la vida cotidiana de los supervivientes ucranianos en Bachmut, acercándonos aún más al drama de este pueblo. Luego, el poeta Bergonzoni animó al público a identificarse con la vida de los ucranianos, «llevando encima a las víctimas, llevando sus cuerpos, llevándolos dentro de nosotros».

Luego llegó el turno de Tania, joven ucraniana de la que habló Elena Mazzola, presidenta de Emaús, una entidad que trabaja con jóvenes con discapacidad y huérfanos por el conflicto que desde 2014 sacude el Donbas. La historia de Tania es trágica: primero el suicidio de su padre y luego la dolorosa muerte de su madre, asesinada por su compañero. A pesar de la losa que pueden suponer estos dramas, durante una discusión entre los ucranianos de Emaús, la joven intervino diciendo que había aprendido, precisamente en Emaús, a perdonas a los rusos, incluso al hombre que había matado a su madre.

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Para terminar, las conmovedoras palabras del periodista y sociólogo disidente ruso Aleksander Bayanov. Por usar la palabra “guerra” le obligaron a cerrar su página de información. Empezó una persecución contra él y su familia que le obligó a salir de su país y que le ha llevado hasta Italia. Cuando le miraba esforzarse para hablar en italiano, me parecía estar viendo en acto el sufrimiento de la guerra. Un sufrimiento que no es solo de Ucrania, sino también del pueblo ruso. «Por último, quiero decir que nunca me he dedicado activamente a la política por mi profesión, para ser profesionalmente neutral y accesible a personas con puntos de vista diferentes. Pero a veces llega un momento en que es necesario posicionarse. No basta con no favorecer el mal, pero tampoco basta permanecer en silencio».
Damiano, Milán