Adriana Mascagni

Mascagni. La chispa del inicio en su funeral

Peppino Zola, marido de Adriana, cuenta cómo vivió la misa por su esposa: «El Acontecimiento ha vuelto a suceder»

Qué grande es la Santa Madre Iglesia cuando se enfrenta a las circunstancias más dramáticas de la vida con su liturgia, tan tierna y esencial, capaz de darle un sentido a todo. Qué fascinante es el pueblo cristiano cuando, unido, reconoce la grandeza de Cristo y le canta alabanzas. Qué hermoso es nuestro movimiento cuando se deja tomar, como un niño, por la belleza de sus cantos y la evidencia de la verdad. Qué dulce y alegre es amarse como hermanos como reza el salmo 132 de completas. Todo esto son evidencias que llevo en el corazón después de la misa con la que despedimos a Adriana en la basílica de San Ambrosio en Milán, el pasado 23 de diciembre. Un amigo que me ha escrito diciendo: «Verdaderamente, el Acontecimiento ha vuelto a suceder en San Ambrosio y hemos vuelto a experimentar la chispa del primer encuentro, que es para siempre». Cada vez que somos sencillos como niños delante de lo que el Señor nos muestra, vemos cómo el Acontecimiento vuelve a suceder y nos hace entender y vivir la evidencia de la verdad, aunque estemos bañados en lágrimas.
En San Ambrosio, cantando de manera conscientes los maravillosos cantos de Adriana y escuchando las tiernas y sabias palabras del obispo Massimo, vimos la unidad de un pueblo entero, compuesto por varias generaciones, testimoniando la verdad y la belleza de Cristo y de su Iglesia de un modo que sería imposible experimentar de otra manera y en un mundo que ya no quiere mirar a la cara el rostro misericordioso de Dios entre nosotros.

Personalmente, puedo decir que he visto una unidad que supera infinitamente cualquier diferencia de unidad o dificultad existencia. Infinidad de personas nos han dicho, a mí, a mis hijos y a mis nietos, que las canciones de Adriana les han ayudado en su camino de fe. Por eso querían estar presentes, testimoniando así su adhesión a Cristo, que inevitablemente une a un pueblo. Estamos viviendo un momento especialmente intenso. Me atrevo a decir que el Acontecimiento de Roma el 15 de octubre (con la invitación del Papa a estar unidos y volver a la misión) y el Acontecimiento en San Ambrosio son signos evidentes de que el Señor, poniéndonos delante de la verdad última de nuestra experiencia, nos está pidiendo un salto cualitativo en nuestra madurez personal y comunitaria, que nos permita superar cualquier duda y resistencia.
La música que tan bien sonó (con un coro estupendo) nos hizo evidente que tenemos la gran responsabilidad de testimoniar en todas partes y en cualquier circunstancia la unidad que allí vivimos (dejando de perder el tiempo en cosas secundarias), fruto de nuestro seguimiento al extraordinario carisma de don Giussani, que llevó a una joven como Adriana a dar voz al espíritu común que nos conquistó.

LEE TAMBIÉN – Mensaje por la muerte de Adriana Mascagni

Nuestro arzobispo de Milán también destacó la importancia del don recibido por Adriana, señalando que la mejor manera de no desperdiciarlo es vivir «una comunión más profunda y una sabiduría más alegre». La muerte de una persona tan genial y tan querida nos obliga a afrontar los verdaderos problemas de la vida, abandonando los que solo son ideológicos y nos dificultan volvernos a enamorar de una palabra fundamental de la experiencia cristiana, como es la palabra “amistad”, pronunciada por Jesús en el evangelio y retomada por don Giussani de una manera muy potente. Solo nos queda dar gracias por todo lo que nos ha sucedido en nuestra ya larga h historia, aunque las lágrimas, repito, son compañeras inevitables estos días.
Peppino Zola