Adriana Mascagni y don Giussani (Foto: Fraternità di CL)

Mensaje por la muerte de Adriana Mascagni

Las palabras de Davide Prosperi en memoria de la autora de tantas canciones que han marcado la historia de CL, como "Povera voce", "Il mio volto" o "Al mattino"
Davide Prosperi

Queridos amigos,
tras una larga vida enteramente dedicada a cantar al misterio del corazón humano y las maravillas del Señor, el Padre ha llamado consigo a nuestra querida Adriana Mascagni.

Su nombre quedará ligado para siempre a un canto del que don Giussani hablaba así: «Es muy significativo que el primer canto que sucedió entre nosotros […] exprese ya todo el alcance de la pregunta –es decir, de la razón– que nos mueve y, por otro lado, ya dé la respuesta. Tratad de pensar en el himno de nuestro movimiento, en las palabras que escribió Maretta Campi y para las cuales creó su música Adriana Mascagni: “Pobre voz de un hombre que no existe, nuestra voz si no tiene un porqué”. Pero “debe gritar, debe implorar que el aliento de la vida no tenga fin”. […] Debemos “cantar porque la vida existe”. La vida existe y esta es una razón poderosa para reconocer su sentido, sin comparación posible con ninguna otra. “Todo en la vida pide la eternidad”. Al levantarnos por la mañana para empezar un día frenético, una jornada fatigosa o una jornada libre de compromisos particulares, debemos “cantar porque existe la vida y toda la vida pide la eternidad”. ¡Intentad imaginar una vida que durante cuarenta años ha pedido la eternidad! “No puede morir, no puede acabar nuestra voz que la vida pide al Amor”. Por ello, nuestra voz “no es una pobre voz de un hombre que no existe: nuestra voz canta con un porqué”» (Dar la vida por la obra de Otro, Encuentro, Madrid 2022, pp. 174-175).

¿Qué le sucedió a esa chica de 15˗16 años? Tuvo un encuentro que le cambió la vida. Cuando estudiaba en el instituto Vittoria Colonna de Milán, tuvo como profesor de religión a don Giussani, al que recordaba así: «El primer impacto fue duro, porque yo no quería saber nada de religión. Duro y al mismo tiempo novísimo; era algo nuevo si lo comparaba con cómo había vivido yo la religiosidad hasta entonces. Como yo era rebelde, llegaba siempre al menos media hora tarde, porque estaba enfadada con todos; pero con el tiempo empecé a llegar antes, aunque estaba siempre con la mano levantada para discutir. Pero aquello era signo de las preguntas que tenía». Un día Giussani llevó a clase un disco de Père Duval: «Como yo tenía sensibilidad musical, enseguida me “picó” y me conmovió» (Luigi Giussani. Su vida, Encuentro, Madrid 2015, pp. 209-210).

Su historia es un testimonio de lo que el Papa decía el pasado 15 de octubre: «Don Giussani atraía, convencía, convertía los corazones porque transmitía a los otros lo que llevaba dentro después de su experiencia fundamental: la pasión por el hombre y la pasión por Cristo como cumplimiento del hombre. Muchos jóvenes lo han seguido».

Hoy podemos decir de ella lo que el Papa decía de don Giussani: «Había intuido –no
solo con la mente sino con el corazón– que Cristo es el centro unificador de toda la realidad, es la respuesta a todos los interrogantes humanos, es la realización de todo deseo de felicidad, de bien, de amor, de eternidad presente en el corazón humano. El estupor y la fascinación de este primer encuentro con Cristo ya no lo abandonarían» (Francisco, Audiencia a Comunión y Liberación, 15 de octubre de 2022).

Fiel a la historia generada a partir de ese primer encuentro, Adriana pronto pudo ver florecer el gran don que el Señor le había dado y que Giussani enseguida “picó”: una voz única, gracias a la cual nos regaló cantos que expresan los sentimientos de nuestro corazón como nadie: Povera voce, Al mattino, Il mio volto, Grazie, Signore, Non son sincera

Con el tiempo educó a generaciones enteras de jóvenes (dirigiendo durante años el coro de Bachilleres) y adultos en el canto, que don Giussani consideraba fundamental para vivir la fe: «No existe mejor expresión de los sentimientos humanos que la música. ¿Quién no se ha conmovido ante un concierto de cuerda? ¿Cómo permanecer insensible ante el colorido de una sonata para piano? Parece el culmen. Sin embargo, cuando escucho la voz humana... No sé si os pasa también a vosotros: pero es aún más, y más no se puede. Verdaderamente, no existe un servicio a la comunidad comparable al canto. […] Cinco minutos antes de la primera misa del movimiento nació el canto del movimiento. El inicio del canto del movimiento coincide con el inicio del movimiento. No hay diferencia. Nace el movimiento y se canta. Como un niño con su madre. Se pertenece y surge el canto» (Un caffè in compagnia, Rizzoli, Milán 2004, pp. 135ss). Adriana nos testimonió lo que puede generar la pertenencia a Cristo dentro de la vida del movimiento en quien la vive con sencillez, y por ello le damos las gracias.

No ocultemos bajo las piedras su legado, que se nos ha dado como un plus. «La primerísima canción del movimiento […] es, de improviso, nuestra respuesta a esta nostalgia que late en el corazón del hombre. Además es clara –clara, decidida– y es como si todavía no hubiese florecido del todo» (Seguros de pocas grandes cosas. 1979-1981, Encuentro, Madrid 2014, p. 57). Pidamos por tanto al Misterio la misma disponibilidad de corazón de Adriana, para que también pueda aflorar en nosotros cada vez más esa respuesta que hizo grande a nuestra amiga.

La encomendamos a la misericordia de Cristo resucitado, seguros de que el Señor enseguida habrá situado a Adriana en la primera fila del coro celestial, donde podrá seguir cantando en compañía de don Giussani.