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Rímini. «Un signo imborrable»

La oración de la mañana, la noticia de la guerra y todos los miedos que la asaltan. Luego, esa mirada hacia la propia vida… Carta de una estudiante de 17 años

El 24 de febrero fue un día bastante difícil, pero lleno de esos “soplos” de los que hablaba la Escuela de comunidad de Bachilleres. Al despertarme, de manera totalmente extraordinaria e insólita para mí, me puse a rezar por la jornada que iba a comenzar. Más tarde, me llegó la noticia de los primeros bombardeos por parte de Rusia en Ucrania. Se me cayó el mundo encima. Me preguntaba: «¿Cómo es posible que yo haya rezado por este día y la primera noticia que recibo es el estallido de una guerra terrible?». Luego, detrás de la imagen de un amigo mío que murió el año pasado, leí esta frase: «Es muy fácil obedecer». Me preguntaba: «¿Es a esto a lo que debo obedecer? ¿Qué puedo hacer en esta situación?».

Pasé probablemente las seis horas más horribles de mi vida escolar, porque mi cabeza estaba fija en la guerra y yo estaba llena de preocupaciones y miedos que me estaban ahogando y que me hundían. Pero por la tarde algo cambió. Lo que me permitió calmar todas estas preocupaciones y no hundirme fue pensar que yo, si miro mi vida, he encontrado algo. He recibido algo que me permite decir: «Aunque mi vida se acabara mañana, yo estaría agradecida por lo que me ha pasado».

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Porque, aunque solo tenga 17 años, he encontrado algo que no me quita mis preocupaciones, pero permanece como un signo imborrable, y ninguna preocupación del presente o del futuro puede arrancarlo. Ha sucedido y nadie me lo puede quitar. Necesitaba ir a Escuela de comunidad, tenía que ver los rostros de esos amigos que tienen que ver con todo esto.
Agnese, Rímini