Rezando en el Politécnico de Milán (Foto: Martina Scarpati)

Ucrania. «Lo que grita mi corazón»

Rezar por la paz en la puerta de la universidad. «¿Delante de todos? ¿Qué va a decir la gente?». Con un malestar inicial, algo empezó a moverse dentro de Ricardo, y al final se juntaron 300

«¿Y si lo hacemos en la plaza?». Cuando el Papa propuso la jornada de oración y ayuno por la guerra en Ucrania el pasado 2 de marzo, nunca lo habría imaginado. Pero sucedió. El capellán de la ciudad universitaria nos propuso un momento de oración en la plaza. De hecho, la invitación del Papa se dirigía a creyentes y no creyentes, y esa era la mejor opción para que fuera un momento abierto a todos nuestros amigos y compañeros. Esos días se me quedaron grabadas dos cosas.

La primera nació en realidad del malestar que sentí al escuchar la propuesta. «¿Delante de todos? ¿Qué va a decir la gente?». Pero dije sí por mi amistad con el capellán, sí que empezamos invitando a todas las asociaciones religiosas y laicas, y repartiendo folletos informativos por toda la universidad. Aunque me puse en marcha, mi malestar inicial no se apagó. Sin embargo, fue la ocasión para preguntarme más en serio por las razones de por qué participar en esa iniciativa e invitar a otros. La ocasión de volver a preguntarme en ese momento qué es lo que grita mi corazón: una exigencia de bien y de justicia. La exigencia de que mi vida tenga un significado, y también la vida de los hombres que viven bajo la amenaza de las bombas. Yo no soy solo un producto biológico con unos cuantos años de vida, mi vida es querida ahora. Si eso no se hubiera aclarado, mi malestar habría acabado ganando la partida.

Lo segundo que se me quedó grabado fue ver el cambio que esta propuesta trajo consigo. Pienso en varios amigos que se lanzaron a invitar a gente y a organizar la acogida en la plaza. Yo los miraba y pensaba: «¿De qué viven estos para lanzarse de esta manera en pleno curso?». Mirarles me estaba empezando a mover a mí.

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Así fue como el 2 de marzo nos juntamos 300 jóvenes para rezar juntos en las escaleras de entrada al Politécnico de Milán. Fue un regalo. Pidiendo el fin de la guerra en Ucrania, nació algo dentro de mí que me estaba cambiando.
Ricardo, Milán