Foto Unsplash/Anthony Da Cruz

En busca de un “rostro luminoso”

La vuelta a clase en un mar de dudas, confusión y preocupaciones, entre cuarentenas, antígenos y clases online… «Un comienzo estresante». ¿Qué nos puede devolver el respiro?

Como creo que le ha pasado a muchos, la vuelta a clase ha estado precedida por numerosos correos que iban actualizando progresivamente el estado de salud de los alumnos: cuarentenas, contactos estrechos, antígenos, clases online… Un comienzo estresante. Pero a pesar de todo esperaba que llegara el día de volver.

Ese primer día no tenía clase a primera hora, así que me acerqué a la sala de los profesores. Me encontré a una compañera que me dijo: «No te lo puedes imaginar, esta mañana todos se quejan continuamente. ¿Pero tú dónde estabas? Te estaba buscando porque tú nunca te quejas». Todavía no había empezado a hablar cuando se acercó un amigo del movimiento: «¡Vaya comienzo! Pero de todas formas, ¡qué alegría volver a vernos!». Entonces por fin respiré. Eso es lo que yo deseo, por esa razón no había perdido las ganas de volver, aunque fuera inconsciente. Deseo vivir pegada a la realidad, tal como es, sin huir. Recordé entonces el texto de la Escuela de comunidad, de Crear huellas en la historia del mundo. «La verdadera libertad es, pues, la capacidad que tiene el hombre de adherirse al ser: no solo de decidir, sino de aprobar el ser y adherirse él. De este modo nace un connubio, un sodalicio profundo, como concepción de la relación entre el yo y todo lo que le rodea, entre el yo y todo el universo: una imagen esponsal universal».

LEE TAMBIÉN – El ritmo del Misterio

Luego, volviendo a casa, me preguntaba cómo es posible mantener esta posición, este deseo. De nuevo acudió en mi ayuda la Escuela de comunidad, cuando afirma que «el hombre es relación con el Misterio eterno de la Trinidad, que nosotros conocemos por medio de la humanidad de Cristo. Es la relación con la humanidad de Cristo lo que nos permite tener los ojos y el corazón abiertos hacia la verdadera finalidad para la que nos han concebido nuestro padre y nuestra madre, el fin para el que nuestra madre nos hizo nacer: vivir la relación con el Infinito». Es realmente así. Sin encontrarme hoy con la humanidad de Cristo, yo no sería capaz de esta relación ni de esta libertad. Por eso, entre tantos que había, el “rostro luminoso” de mi amigo me hizo volver a lanzarme a la realidad. Una vez más me sorprendo agradecida por el encuentro con Cristo, que me permite vivir intensamente sin censurar nada. Me permite conocerlo y ser yo también signo Suyo, compañía para esa compañera que buscaba mi mirada.
Marta, Milán