Estudiantes universitarios (Foto de Chiara Maioli)

Una novedad humana, con ojos, nariz y boca

Unos 150 estudiantes implicados en la vida universitaria, activos en la representación de alumnos en los órganos colegiados, pasan unos días juntos para recuperar las razones de su implicación

Éramos 150, cada uno de un lugar, cada uno con su historia, unos con grandes éxitos, otros con decepciones increíbles, pero unidos por el deseo de responder a la pregunta: «¿De qué manera todas las iniciativas que ponemos en marcha en la universidad –elecciones, implicación en los órganos colegiados, acogida de los de primero y otros actos culturales– puede ser ocasión para profundizar en “el significado de uno mismo”?».

Al empezar el curso me asignaron la responsabilidad de los Católicos populares en Roma (la experiencia de los universitarios del movimiento que se implican en la vida universitaria, ndr) y, sinceramente, me costó mucho aceptar que esto pudiera ser bueno para mí pues uno también puede ser feliz estando fuera de la “lista”, se puede «profundizar en el significado de uno mismo» sin implicarse en las dinámicas más específicas de la universidad. La falta generalizada de interés y de iniciativas que se respira en las aulas y en los pasillos de mi facultad, junto a otros elementos, ya habían hecho que empezara a cansarme de la propuesta de los Católicos populares. Pero me fui a pasar esos días juntos, dispuesto a que algo pudiera suceder y tocarme.

Dije que sí porque lo necesitaba, me urgía recuperar algo que viví en el instituto cuando, después de repetir curso, me eligieron como representante del instituto y pasé un año estupendo. No puedo, y de hecho no quiero, mirar mi vida como si fuera un museo, no quiero que lo que he vivido se quede en el pasado, quiero que suceda ahora.
Lo más sorprendente ha sido ver encarnarse en ciertas personas todo lo que yo deseo, cómo quiero vivir y afrontar la universidad, ¡y la vida entera! Rostros vivos, «con ojos, nariz y boca», eran lo que yo necesitaba.
Hubo un punto de inflexión en la asamblea con Dima. Cuando le conté todas mis dificultades, él me preguntó: «¿Tú has encontrado alguna novedad en el movimiento?». Yo respondí: «Sí». E inmediatamente me dijo: «Pues ya está, los Católicos populares no son más que una dilatación de esa novedad». No hay nada más sencillo y concreto. Me di cuenta de que yo también había sido absorbido por las dialécticas políticas aliñadas de ideología. ¡Pero no! Nada de eso me había hecho feliz, nada de todo eso había generado en mí una pregunta o un deseo de sumarme a diversas propuestas.

Esta manera nueva de vivir (esa “novedad” que me interesa) la vi en varios jóvenes, sobre todo en los de Florencia, y también en el testimonio de una chica de Turín. No porque hubieran conquistado la universidad a golpe de iniciativas, sino porque daba gusto verles, daban envidia (¡de la buena!).

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Estos días juntos también han sido muy importantes por la “lección” que nos dio Alfredo Marra, profesor de Derecho administrativo. Más que el contenido de su intervención, sin duda interesante sobre qué es la universidad, lo que más me impactó fue la pregunta: «¿Para qué sirve la universidad?». Él aún sigue buscando.
Por último, hubo algo que resume la sacudida que recibí, lo dicen estos versos de la canción A New Creation: «En nuestra historia rota hay una nueva realidad, verás una nueva nación, una nueva creación». Esa historia rota es la mía, la de esa nueva realidad, esa nueva nación y esa nueva creación que he podido ver estos días. Y ahora llega la mejor parte para mí: la comprobación de todo lo que he visto y oído, agradecido por la presencia de esas 150 personas, cada una con su historia particular, que me acompañan en esta aventura.
Federico, Roma