Carie.

«Eres “Tú” lo que echo en falta en todo lo que amo»

Carie es piloto de helicóptero de la Marina de Estados Unidos en una misión donde menos lo esperaba: Japón. Ha tenido que hacer un trabajo para recuperar «la mirada de apertura» del inicio y para volver a vivir con gratitud

Soy piloto de helicóptero de la Marina de Estados Unidos y mi trabajo me ha llevado hasta Japón. En un principio, cuando me ofrecieron este cargo dije que “de ninguna manera”. Japón no me interesaba.
Luego me topé con la historia de Takashi Nagai y, por primera vez, tuve el deseo de conocer este país – visitarlo, no pasarme allí un año entero. Pero cuando volvieron a ofrecerme el trabajo, siguiendo la estela de todos los “sí” que pronunció Takashi Nagai y gracias a la libertad de mis amigos para sostenerme en el camino, me sentí libre para seguir un sendero que parecía abrirse paso bajo mis pies, a pesar de todas las dificultades.

Llegué a Japón llena de expectativas y de deseo de estar allí. Al cabo de un año y de dos misiones, mi trabajo, que normalmente me encanta, se volvió sofocante. Me sentía aplastada, me avergonzaba mi tristeza y todo, hasta las cosas objetivamente hermosas, me resultaban planas. Trataba de generar por mí misma el asombro ante las cosas, intentando admirar lo que se me daba para verlo de verdad y no solo para defenderme.

Intentaba adoptar una posición de apertura porque odiaba todo lo que me hacía cerrarme en mí misma. Pero no lo conseguía. Estaba totalmente apática y cada vez me invadía más una amargura de origen desconocido. Necesitaba volver a la vida, pero no lograba hacerlo.
Carrón ha insistido mucho estos años en que prestemos atención a nuestra experiencia y veamos qué nos ha pasado y qué ha cambiado. No basta con que ahora vea la luz y ya no me ahogue. Necesito identificar, juzgar, por mí y por mi camino, qué ha pasado para que mi corazón vuelva a vibrar.
La respuesta, en pocas palabras, es esta compañía. Me explico. Llevo más de un año sola, “apartada” de los gestos del movimiento debido a circunstancias inevitables. ¿Qué es entonces esta “compañía”, si estoy viviendo la mayor parte de mi vida lejos de la comunidad?

Sin la necesidad de marcharme de donde estoy, aparte de usar el teléfono cuando puedo, la capacidad de amar mi “intranquilidad” que la pertenencia a este lugar ha despertado en mí nunca me abandona y no me deja sola. Todos mis pensamientos no pueden sepultar mi corazón, “traspasado por su amor con una herida que no se cerrará hasta llegar al cielo”. Basta una bocanada de aire fresco para que las brasas que ya creía apagadas vuelvan a prender en llamas.
¿Pero cuál es esa bocanada de aire fresco? Mejor dicho, ¿qué es lo que abre esa fisura que deja entrar la luz? La gracia de poder mirar, aunque sea con el rabillo del ojo, la gran desproporción que hay entre mi espera y la enorme decepción que siento ante las cosas tal como están. La gracia de decir: eres Tú lo que echo en falta en todas las cosas que amo. Porque lo que echo en falta es ante todo Algo que yo no puedo darme a mí misma. Y, en segundo lugar, ese Algo es Alguien que ha hecho mi corazón tan grande que ninguna banalidad puede satisfacerlo, tan lleno de deseo que cualquier intento de frenarlo y ponerle los límites de mis posibilidades me deja triste e inquieta.

LEE TAMBIÉN – Nagai. Una explosión de vida

En este lugar he aprendido a ver y reconocer esta Presencia dentro de mi tristeza y de mi inquietud, y a dejarme abrazar incluso en estas circunstancias, como el lugar donde Tú vuelves a suceder. En lugar de empeñarme en ajustarlo todo de tal manera que me permita reconocer su Presencia. Lo que he aprendido es que todas esas cosas que consideraba “premisas” al Acontecimiento, de hecho, solo son consecuencias. Este lugar, que implica un amor por mi humanidad, una insistencia en seguir mirando los hechos, una mirada distinta a los demás, amado, recordado y secundado en mí misma y en lo que acontece, me acompaña allí donde vaya. Es algo que no soy yo pero que tampoco puedo arrancar de mí misma. Es un lugar que ama el tiempo y la lucha como instrumentos del Misterio para construir en mí algo que solo Él conoce. Descubro en mí una apertura, una gratitud, un asombro ante las cosas, pero ahora sé que no son las cosas lo que me falta, sino la experiencia de estar con Él, de reconocerlo igual que Juan en la barca: «¡Es el Señor!».
Carie