La misa matutina

El camino que se emprende cada mañana

«Vivir intensamente la realidad». A partir de esta provocación y de un profundo deseo, un grupo de bachilleres empieza a ir a misa antes de entrar en clase. Así lo cuenta uno de ellos

Un día me topé con una frase de don Giussani que me hizo reflexionar sobre mi tarea de estudiante. «Todas las mañanas nos vemos obligados a elegir entre un todo que acaba en la nada (…) y una vida que tiene un objetivo». Cuando leí estas palabras enseguida se me hizo evidente que el deseo de vivir intensamente la realidad no puede ser solo mío. Por eso traté de confrontarme con un amigo con el que podía reconocerme humanamente, quiero decir, con alguien que comprendiera a fondo mi deseo, hasta llegar a su significado original, es decir, a su relación con el Destino.

Agarré el teléfono y llamé a Daniele, un amigo de los bachilleres. Él también, exactamente igual que yo, vivía con cierta inquietud este último año de estudios sin alguien que le ayudara a compararse de manera fiable con su experiencia. Pensando en el retiro espiritual que tuvimos en Cuaresma, nos dimos cuenta de que lo único que puede resistir ante todos los compromisos cotidianos es la Eucaristía. Fuimos a ver a Serena, la responsable de nuestro grupo de bachilleres en Sanremo, y le propusimos ir juntos a misa todas las mañanas antes de entrar en clase. Hablando con ella veíamos que queríamos hacerlo «para arrancar a nuestros amigos, y si fuera posible al mundo entero, de la nada en que se encuentra el hombre de hoy», y así fue.

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Otros compañeros, aunque no sean del todo conscientes, también conviven con este deseo de belleza, verdad y justicia. Un deseo que está siempre, todos los días. Solo hace falta alguien que nos ayude a buscarlo o que, sencillamente, lo busque con nosotros. Se trata de un método. Después de varias semanas de organización, el lunes 25 de octubre, a las siete, en la iglesia de San Luigi Orione, que está enfrente del instituto, el obispo, monseñor Antonio Suetta, celebró la primera misa para unos quince bachilleres y profesores. ¿Cómo no tener esperanza ante un grupo de amigos, aunque sean pocos, con los que afrontar la fatiga del estudio? Durante la celebración comprendí que en la Iglesia no importa el número, lo que vale y sobre todo lo que sostiene el sí para responder a la pregunta de la fe es estar y ser conscientes del origen, es decir, de Cristo. Es original porque solo hay Uno en la historia que dijera: «Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida». Y nosotros, todas las mañanas, queremos seguir este camino hacia la salvación.
Filippo, Sanremo