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Bolonia. La historia de Razi y un «Dios real»

Musulmán, originario de Bangladesh, con pocas ganas de estudiar pero muy fiel a los amigos que conoció en su centro de ayuda al estudio. Hasta la muerte, que llegó después de una enfermedad

Razi, originario de Bangladesh, empezó a venir a Scholè (una iniciativa de ayuda al estudio para alumnos de secundaria y bachillerato) hace muchos años. Tiene un carácter extrovertido, abierto a la realidad, pero desde el punto de vista académico venía con muchas lagunas y su manera de estudiar no era la más adecuada para superarlas. Había acumulado varios suspensos y había cambiado muchas veces de escuela. Al final decidió apuntarse al turno de noche.

Esos años no ha dejado de venir a Scholè, creando una red de relaciones con sus compañeros y también con los adultos, que en vano se esforzaban en animarle a estudiar. Se hizo muy amigo de un cura que venía como voluntario y que le invitó al Meeting de Rímini. Fue a ayudar en el montaje de los stands durante las vacaciones de la comunidad y pidió permiso para asistir a alguna misa, él también nos invitaba a las iniciativas de su comunidad musulmana.

En 2019, mientras se preparaba para la Evau, le detectaron un tumor bastante grave. Esta circunstancia suscitó a su alrededor un gran movimiento de solidaridad. Fuimos a visitarle al hospital y a su casa para ayudarle a preparar el examen, y conocimos a su familia. Aprobó, y todo parecía ir bien, se matriculó en una ingeniería. Pero la enfermedad volvió a aparecer, con su hoja de ruta: quimioterapia, operación, convalecencia.

Nunca estuvo solo. Razi decía que rezaba por nosotros y nos pedía que hiciéramos lo mismo por su curación. Nunca se quejaba, le movía el deseo de poder estudiar y hacer cosas grandes. Hubo un momento en que parecía que había vencido a la enfermedad y en diciembre se fue a Londres, a la boda de un familiar. Allí le hicieron una revisión y reaparecieron nuevas metástasis. Era en pleno confinamiento, en 2020, pero él quería volver a Bolonia.

Una doctora del movimiento logró que pudiera regresar junto a su hermana. Por aquel entonces se había creado un grupo de bachilleres que rezaba todas las noches el rosario online. Le pidieron a Razi que les contara su experiencia y él intervino diciendo: «Cuando me enteré de que estaba enfermo, busqué por todos los medios una respuesta, y la encontré en la fe. Eso me dio una gran riqueza, me di cuenta de que Dios es real, y lo hice mirando todo lo que Él hace, por ejemplo su misericordia, su amor, que se expresaba en el hecho de permitirme volver para que puedan tratarme en el centro más especializado en mi enfermedad. Luego descubrí su omnipotencia. Mediante la enfermedad he podido vivir una fe tan profunda que me ha hecho conocer que esta “cosa tan real” es Dios. También se ha manifestado dándome a conocer Scholè. Aquí he conocido personas que me han ayudado a prepararme para la Evau, hasta han venido a ayudarme a casa cuando no podía ir a clase por el tratamiento. Han nacido grandes amistades, con la secretaria que me llevaba en coche al hospital, con un cura con el que hablaba de nuestras religiones, con curiosidad por conocer uno la del otro, de tal modo que nuestra amistad no dejaba de crecer. Todo lo que Dios nos da es para nuestro bien. Hace dos años no tenía esta fe».

Durante los tres años de enfermedad pudimos conocer a su familia, nos enteramos de sus dificultades económicas, nos abrieron su casa, nos invitaban a cenar. Estuvimos con Razi hasta que murió. El padre Vincenzo fue al hospital para rezar y acompañar a sus padres. El día del funeral, al que nos invitaron, sucedió algo sorprendente. Los musulmanes no permiten la participación de mujeres pero nosotras, una decena de mujeres cristianas, fuimos acogidas cordialmente, como si fuera algo normal. La presencia de Razi entre nosotros se manifestaba como el milagro de una humanidad distinta.

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Durante mucho tiempo me enfadé con Razi dando clase porque no tenía ganas de estudiar, me daba la sensación de estar perdiendo el tiempo… pero nunca me pregunté el porqué de su fidelidad a Scholé. Lo que le unía a nosotros no era solo su necesidad de ayuda en el estudio, sino de sentirse acogido, poder compartir su vida, sus preguntas existenciales y religiosas, su ser.
Giuliana, Bolonia