Los jóvenes sicilianos en la catedral de Monreale.

Sicilia. «Para que el corazón respire»

Después de tantos encuentros vía web, los juveniles se reúnen en la catedral de Monreale para confiar su vida a los santos y compartir «esa alegría que todos esperan»

Tras casi dos años de conexiones por Zoom, quedamos en la catedral de Monreale. El Covid nos ha cambiado realmente, también nuestras cifras, pero sobre todo ha introducido una muda dificultad para volver a empezar, a pesar de desearlo.

Era una propuesta sencilla, con la que desafiábamos también el bochorno de uno de los veranos más calurosos de los últimos años. El padre Nicola nos esperaba en la puerta del Paraíso. Llamaba la atención la descripción de las imágenes, la historia de la Salvación. Cuando los chavales ya estaban allí, fascinados por tanta belleza, nos dijo que «al atravesar esa puerta el cielo se abre».

Luego entramos en la iglesia y el obispo, monseñor Pennisi, nos recibió indicándonos a los Santos Caballeros representados en la primera de las arcadas que dan paso al ábside del Pantocrator. «Los santos son como las flores. No solo existen los que se ponen en el altar. Muchos de ellos nacen y mueren ocultos, tras perfumar silenciosamente el aire a su alrededor». Los chavales lo seguían con atención, tanto que durante la misa empecé a vigilarles por si se distraían, pero sus rostros me desmintieron. Su mirada atenta era como una oración porque lo que estaban viviendo era una verdadera experiencia.

Muchos nos contaron después cómo les habían impresionado ciertas palabras, como las citadas del beato Carlo Acutis: «Vivir como originales y no como fotocopias». Por esa «alegría que viene de la amistad que nos une, una alegría que todos esperan».

Una chica escribió: «Tuve que volver a casa antes de comer porque me encontraba muy mal. Era mi última vez y tuve que contener las lágrimas al despedirme pero sé que nunca pararé. Pero al llegar a casa recibí un mensaje de Aurora, que no podía venir porque también se encontraba mal. Me hacía montones de preguntas. Yo le iba respondiendo a todo mientras pensaba en las palabras del obispo: “Compartir nuestra alegría con otros”. Era eso exactamente lo que estaba haciendo en ese momento. Y ahora quiero transmitir mi felicidad con esta carta. Quiero transmitir la alegría de una amistad verdadera, muy verdadera, donde nadie se siente inútil, juzgado ni inferior… donde te sientes valorada y libre… no sé describir la felicidad que emana y que emanamos nosotros».

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Al leerlo, reconozco en ella la misma conmoción que me ha alcanzado a mí, que este año pensaba que no llegaría a terminarlo o que no merecía vivir algo así. Yo también, al atravesar la Puerta del Paraíso, me daba cuenta, como si fuera la primera vez, de que la Iglesia es el único lugar donde el corazón respira tal como esté, aunque se sienta sucio por los afanes y traiciones. El milagro es que eso te lleva a aceptar que «la jornada perfecta no existe», como decía esta chica en el título de su carta, indicando el esfuerzo más agotador del mundo, pero tú sigues así, el corazón está en casa.

Con toda nuestra pequeñez, con nuestra mayor o menor conciencia, hemos llegado al final del curso, pero sabemos que «haciendo camino encontraremos un lugar en medio del cielo», hemos visto que «el camino hace vibrar el corazón». Monseñor Pennisi citó también al cantautor Claudio Baglioni: «Qué es lo que me rompe el corazón entre canciones y amor, qué me hace cantar y amar cada vez más para que mañana sea mejor, para qué mañana estés Tú».
Maria Concetta, Sicilia