Hiroshima (Foto: Lorenzo Lamonica/Unsplash)

Japón. Descubrirse en compañía

Los Ejercicios espirituales de la Fraternidad de CL se acaban de celebrar en la comunidad japonesa. Sako de Hiroshima y Michiyo de Yokohama cuentan lo que han supuesto para ellas

Acabamos de terminar los Ejercicios de la Fraternidad con el padre Donato de Taiwán. Tal vez seamos el último país del mundo. Son muchas las cartas y experiencias de personas que hemos escuchado estos días, y me pregunto si la expresión «algo ha sucedido», como decía Carrón, podemos decirla también nosotros. Estos Ejercicios no han sido un evento planificado, pues en Hiroshima estábamos en estado de emergencia, lo que hace que sea difícil reunirse, pero han sido el fruto de «vivir siempre intensamente la realidad».
Pienso en todas las veces que la comunidad de Tokio nos ha propuestos vernos, y yo repetía: «No podemos hacerlo, no podemos». Pero al final, lo que creía imposible ha sucedido. Hemos podido ver en todos el deseo de participar en los Ejercicios, como expresión de una exigencia fundamental, la de ser felices. Es decir, viviendo intensamente la realidad, hemos podido experimentar la ayuda de Cristo, que nos ha permitido aprovechar el desafío de la conexión online, que tan complicada me parecía. Es exactamente la acción de Pentecostés. En estos Ejercicios pensaba prepararlo todo con Marcia, pero ha sido precioso poder hacerlo con Francesco y Gabriele. Mariko ha enseñado a todos los participantes cómo era el acceso, Yurie ha traducido el telegrama y los títulos de las imágenes, y Setsuko ha hablado con varias personas para animarlas a conectarse. De este modo, creo que la conciencia de estar acompañados se ha hecho evidente en cada uno de los que han colaborado y también en los que han recibido ayuda.
Sako, Hiroshima

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En Pentecostés participé en los Ejercicios de la Fraternidad en Japón online, con el título “¿Hay esperanza?”. Estos días me han ayudado mucho para afrontar las dificultades de mi vida cotidiana. Ha sido de gran ayuda el padre Donato, de Taiwán, el sacerdote que nos ha acompañado. Estoy muy contenta y he visto la importancia que tiene la comunidad.
Vivo sola en Yokohama, donde trabajo, y solo puedo ir a misa los domingos. Así que no participo en ninguna comunidad, ni siquiera del movimiento. A mi alrededor no hay nadie cristiano, además, y vivo esta situación como un desafío constante. Pero esta vez, participando en los Ejercicios, he escuchado palabras que me han llenado de asombro. Sola, es muy difícil sostener la fe. Así, siento la necesidad de una comunidad. Por eso decidí ponerme en contacto con Francesco, un italiano que vive en Tokio, para empezar a seguir la Escuela de comunidad. Y esto me ha pasado justo el día de Pentecostés. Lo que significa que “siempre estamos en las manos de Dios”.
Michiyo, Yokohama