Tom Sullivan

Estados Unidos. El corazón “indefenso” de Tom

Conocieron juntos el movimiento a mediados de los años ochenta. Ahí comenzó una gran historia de comunión. El recuerdo de Tom Sullivan por uno de sus mejores amigos hace unos días, en su funeral

Hace cuatro años, cuando Tom Sullivan salió de Nueva York para irse a trabajar a la Texas A&M University, le propuse que rezáramos juntos un Angelus todos los días por teléfono. Era una propuesta totalmente egoísta. Mi vida espiritual era totalmente indisciplinada, pero sabía que Tom sería fiel a ese pequeño gesto, y además eso nos daría la posibilidad de hablar de manera estable. Así lo hicimos.

Tom era mi amigo más querido. Nos conocimos cuando ambos conocimos Comunión y Liberación a la vez, hace 35 años, más o menos por estas fechas. Podría hablar durante horas de su sentido del humor, de su lealtad y su calor, de su amor por la arquitectura y la lectura, pero en vez de detenerme en todas estas grandes cualidades –que se pueden hallar en gran número de personas– me gustaría destacar otro de los dones de Tom, un don verdaderamente excepcional.

Recuerdo mi desconcierto cuando hace años me di cuenta de que Tom tenía una cantidad increíble de amigos que se sentían tan cercanos a él como yo. No solo jóvenes como Tom T, Rick o Mark –grandes amigos de Washington DC, con los que vivió muchos años– sino decenas y probablemente cientos de amigos desconocidos para mí. Parecía que allí donde fuera, Tom recogía amigos igual que Simón Pedro recogía peces. Al darme cuenta de esto, al principio me sentí un poco herido y receloso. ¿De verdad podíamos considerarnos amigos íntimos cuando Tom tenía tantos buenos amigos? ¿No hay un límite para el número de personas de los que podemos ser amigos y a los que podemos amar?

Con el tiempo, llegué a entender que Tom, aunque era tan imperfecto como cualquiera de nosotros, tenía una capacidad de amistad mucho más grande que cualquiera que hubiera conocido. Veía que las ofensas y conflictos le herían tanto como a cualquiera, pero cuando Jesús le daba un amigo, ningún error le impedía amar o buscar el amor de esa persona. Esto hacía que Tom fuera muy querido por muchos, aunque la mayoría de nosotros sabíamos que recibíamos de él mucho más amor del que éramos capaces de darle a cambio. Él nunca parecía escandalizarse por eso. En el carisma de CL, encontró un lugar que cuidaba y educaba el corazón humano, y eso le bastaba. En el Libro de las horas hay una oración que le gustaba mucho a don Giussani. Es la oración que pide un corazón de niño, que nos invita a implorar «un corazón dulce y humilde»:

Un corazón sencillo
que no se repliegue a saborear las propias tristezas;
un corazón magnánimo en donarse, fácil para la compasión;
un corazón fiel y generoso que no olvide ningún bien
y no guarde rencor de ningún mal.


Puede parecer un ideal inalcanzable, algo arriesgado o incluso indeseable en un mundo como el nuestro, pero yo he visto un corazón así latiendo en mi amigo. Por ejemplo, en las conversaciones por Zoom con sus hermanos y amigos con motivo de su sesenta cumpleaños, una semana antes de su muerte. Después de meses de aislamiento en un centro oncológico, la oportunidad de estar con sus amigos, aunque fuera virtualmente, fue un momento de gran alegría para Tom.

En las horas siguientes estaba claro que, a menos que sucediera un milagro, la muerte de Tom era inminente. Sin embargo, muchos de los amigos de Tom siguieron pidiendo el milagro hasta el último minuto, y aunque Tom no se recuperó, muchos creen haber asistido a un milagro.

Con otros viejos amigos de Tom, tuve el honor de velar a su lado en sus últimos días, asegurándome de que nunca estuviera solo, día y noche. Durante ese tiempo, Tom, que ya estaba inconsciente, recibió un flujo continuo de visitas, llamadas, mensajes y oraciones de personas deseosas de expresarle su amor. La estampita de don Giussani permanecía siempre en el pecho de Tom y recamos innumerables veces la oración que lleva escrita. Se han rezado muchos rosarios y leído el Evangelio de san Juan.

La ahijada de Tom, Elizabeth, acompañó a sus hermanos Paul y Will desde Washington, luego cantó para Tom en la cabecera de su cama con su tía Serena. La familia Patrick le envió una canción desde Italia. Dean, un amigo de su Escuela de comunidad, le leía fragmentos de un libro de Paul Horgan, un escritor que Tom le dio a conocer (estoy seguro de que Tom se lo habrá agradecido especialmente. Nada le gustaba más que cuando alguien acogía sus sugerencias de lectura). John le llevó unas tarjetas preciosas hechas a mano por sus hijos y los de Flor en Brooklyn. Tom T, Mark y Rick velaron durante la noche recordando historias hilarantes sobre los primeros días de su vida juntos. Dos amigos le arreglaron el pelo. Natalie le llevó girasoles. Otros se sentaban a su lado, sumidos en una silenciosa y dolorosa contemplación, agarrando su mano o acariciándole el pelo.

Quería contaros todas estas cosas porque son el contenido del milagro del que hemos sido testigos, el amanecer de otro mundo más allá de este mundo. Tantos pequeños gestos de amor y de amistad me han convencido de la presencia de Dios en esa sala, más de lo que lo habría hecho una curación espectacular.

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La multitud de amigos de Tom está profundamente agradecida, especialmente a la comunidad de CL en Houston, una “familia adoptiva” que le ha cuidado con mucha atención y afecto durante este tiempo tan doloroso y tan lleno de gracia. Estamos especialmente agradecidos a Rossana, Michel y Nino. Mientras Tom llevaba la cruz de su enfermedad durante estos largos meses, ellos han hecho de todo por sostenerlo.

Hace unas semanas, después de que Tom se sometiera a una compleja intervención quirúrgica, pude hablar con él por teléfono. Cuando le pregunté cómo se sentía, dijo que estaba agradecido. «Aunque fuera la persona más obtusa sobre la Tierra, estaría obligado a reconocer que tengo amigos que me quieren». Tom, junto a Paul, Will, y el resto de sus muchísimos amigos sentiremos mucho tu ausencia. Esperamos que cuando veas al Señor Jesús le pidas que nos dé un corazón un poco más parecido al tuyo: dulce y humilde, fiel, generoso y amable.
John, Cranford, Nueva Jersey