El bautismo de Endri

Milán. «Hijos de un mismo padre»

El bautismo de un chico en la universidad. Un sí que se convierte para sus amigos en el signo de una preferencia también para cada uno de ellos, la preferencia de «Cristo, que actúa en nosotros»

Es sábado por la noche y un WhatsApp me recuerda que la mañana siguiente Endri recibirá el bautismo en la iglesia de la Anunciación, la capilla de la Universidad Estatal de Milán. ¿Voy o no voy? La cantidad de trabajo atrasado sugiere que no, pero justo después un nuevo pensamiento sugiere otra cosa: ve, es importante. ¿De dónde nace esa conciencia? De una historia que no podemos dar por descontado que lleve hasta este Bautismo y que se ha cruzado conmigo.

Conocí a Endri en la universidad porque ambos pertenecemos desde el principio a la vida de la comunidad. Pero solo más tarde me enteré de por qué no comulgaba en misa. Su familia es de origen albanés y de tradición musulmana y por eso nunca había recibido los sacramentos. Su participación en nuestra comunidad era fruto del encuentro que había tenido con algunos amigos del movimiento en Fontanellato, su ciudad de origen.

No he coincidido con Endri en muchas ocasiones en la universidad, pero sabía que había decidido emprender el camino de preparación para el bautismo y que lo hacía con Marco Cianci, capellán de la universidad y responsable de la pastoral universitaria en la diócesis, además de gran amigo de muchos estudiantes. Lo que pasó ese domingo superó todas mis expectativas: una verdadera fiesta.

Casi un centenar de amigos, no solo universitarios, se reunieron en la iglesia donde se desarrolla la vida de los universitarios de la Estatal. Todos muy elegantes, parecía una boda, pero era el bautismo de un chico de 28 años que daba un paso más en este camino que lleva haciendo varios años gracias a su amistad con una profesora (un camino que Endri contó en un testimonio en el Duomo ante el arzobispo de Milán, Mario Delpini, durante la última vigilia de la Traditio Symboli). Era sorprendente ver a tanta gente como atraída por el sí de un amigo, un sí tan convencido y al mismo tiempo tan libre.

Al acabar la misa, Endri Marco (este es su nombre de bautismo) dio las gracias a todos: «Miro a mi alrededor, os veo y me siento en casa. Lo único que deseo es permanecer aquí». Al final, sus padres también mostraban su sorpresa por todo lo que habían visto, impresionados sobre todo por la unidad. «Parecéis todos hijos de un mismo padre», decía su padre.

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La adhesión tan entusiasta y alegre de Endri nos había reunido en torno a él, también a los que, como yo, solo se han cruzado con él de vez en cuando. Para todos nosotros, su invitación había sido un relamo muy potente, porque lo que ha pasado no se podría explicar sin su origen: la historia de una preferencia afectiva que, silenciosa pero fielmente, ha conquistado a Endri, que la ha acogido. Don Marco decía en la homilía: «Es nuestra fiesta porque en ti, hoy igual que ayer, vemos que Cristo actúa en nosotros. De modo que la fiesta también era para mí, que solo acepté la invitación, porque me recuerda que su historia de preferencia es también la mía.
Bernardo, Milán