Andressa

Brasil. La belleza y el dolor van juntos

La historia de ocho amigos, un joven grupo de Fraternidad en Sao Paulo y lo que están viviendo gracias al testimonio de Andressa… Cuando «la finitud de la vida no es el fin»

El tiempo que estamos viviendo, de pandemia, es como si dentro de toda experiencia hubiera una lente de aumento. Todo se hace más urgente. La búsqueda de la belleza se vuelve necesaria para poder vivir la realidad de manera intensa y verdadera. Poco a poco, empezamos a entender que la vida realmente “sucede”. En la experiencia, nada queda fuera, todo forma parte de un Acontecimiento.
Somos ocho amigos que viven juntos una experiencia de dolor y belleza, y sabemos que no es algo pasajero, es algo que nos marcará para siempre. Nuestra historia comienza en abril de 2020, cuando decidimos vivir la fe cristiana en un grupo de Fraternidad de Comunión y Liberación. Sin entenderlo ni saberlo todo, sino paso a paso, con el deseo de hacer un camino hacia una vida verdadera. Desde entonces, todos los encuentros han estado marcados por el mismo deseo de vivir, las preguntas que la realidad nos planteaba, las incertidumbres y sobre todo las certezas. Empezamos a rezar juntos a diario, aunque fuera online, pues estábamos en pleno confinamiento, en el momento más álgido de los contagios en Sao Paulo.

A los dos meses nos sorprendió la noticia de que una de nosotros, nuestra querida Andressa, no se encontraba bien. Las pruebas confirmaron enseguida un diagnóstico de leucemia. Los médicos dijeron que la habían detectado en su fase inicial, que empezaría enseguida el tratamiento y que no había que preocuparse demasiado. Desde ese momento, empezamos a ofrecer el gesto del rezo diario del Rosario pidiendo su curación.
Andressa conoció el movimiento por el padre Aurélio y su amiga Angélica, cuando se preparaba para la Confirmación. Vivió la experiencia de los bachilleres, luego la del CLU, los universitarios de CL, en la Universidad de Sao Paulo, donde se graduó en Turismo. Justo antes de enfermar había empezado a trabajar en el hospital de la Beneficência Portuguesa. Deseaba poder estar cerca de las personas que sufren, mejorar la experiencia de sus pacientes. Su acercamiento, de una manera tan libre, a la gente era una de sus características.
Cuando nos enteramos de su enfermedad, enseguida surgió entre nosotros la pregunta de cómo poderla ayudar. ¿Cómo podíamos estar cerca y presentes para ella? Surgieron un montón de ideas: mandarle flores al hospital, música, películas, un video de nosotros siete cantando una de sus canciones preferidas, Eu vou de Tim Bernardes: «Correré hacia tantas cosas hermosas que anhelo»… A Andressa le encantaba estar con su familia y sus amigos, disfrutar de su juventud y de la libertad de ser ella misma, le encantaba la música, el cine, los documentales sobre la Segunda Guerra Mundial, la literatura rusa. Tenía el rostro de una “muñequita”, pero una mirada atenta y penetrante, que cuando te miraba parecía que todo su interés era para ti.



En las redes sociales, después del primer ciclo del tratamiento, escribió: «Dios siempre ha sido muy bueno conmigo. Ahora no es diferente, no tengo ninguna duda. Termino la primera parte de este camino con la certeza de que haber sido mirada y amada en cada momento por Él y por sus ángeles aquí en la tierra –¡algunos de ellos los he conocido en el último mes!– que no me han abandonado ni un instante». Era sorprendente su confianza en Dios. A medida que la conocíamos más, se nos hacía más evidente que su vida era y es un Misterio para nosotros.
Este tiempo con ella ha habido días preciosos, días en los que hemos celebrado pequeños progresos y hemos dado gracias por poderla ver u oír. Participaba en la oración de la noche y nos presentaba a las enfermeras de cada turno. También ha habido días difíciles, en los que hemos visto todo el dolor, poniendo al descubierto toda la fragilidad de nuestra vida, el dolor de la finitud del ser.

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A medida que la situación se agravaba, pedíamos con más intensidad el milagro de su curación. Pero el milagro ya estaba sucediendo. El don de la vida de nuestra querida amiga y la paz con que vivía.
Ahora Andressa está frente al rostro de Cristo, murió el 19 de enero, un mes antes de cumplir 25 años.
Se fue y nos dejó con un deseo aún más profundo de seguir «remando hacia la fe», como nos decía siempre. Queda en nosotros la certeza de que ella nos acompaña e intercede por nosotros ante el Padre. En medio del dolor, vemos que tenemos una amiga que nos guía con su autoridad. Al testimoniarnos su confianza en el Destino, nos hace mirar y vivir también el dolor con el deseo de ir hasta el fondo, hasta los detalles. ¡Qué hermoso es tener una amistad así!
La vida de Andressa nos ayuda a entender que el dolor y la belleza van juntos, que la finitud de la vida no es el fin.
Catarina, João, Juliana, Karen, Madalena, Thiago y Ricardo, Sao Paulo (Brasil)