Don Pigi Bernareggi

Mi “inicio” con Bernareggi

Dino Quartana, dominico en París, describe su encuentro con el misionero fallecido y la llegada de don Giussani a su clase de “primero E” en el Berchet. «Una amistad misteriosa. Lo que él vive ahora ya lo vivía antes»

Fuimos casi siempre compañeros de pupitre, desde primero hasta la universidad. Vivíamos cerca y a menudo, cuando tenía problemas en casa, me pasaba a verle un rato. Tenía una casa preciosa con una mesa de ping pong. Lo primero que me llamó la atención, de manera decisiva sin duda, fue algo que pasó en clase. Estábamos en clase de Ciencias y había mucha confusión, todos estaban hablando y la profesora, enfadada, la tomó con él (creo que incluso le había puesto un castigo). ¡Pero Pigi era el único que no hablaba! ¿Por qué no se lo dijo? ¿Por qué no se defendió? ¿Qué le hacía ser tan libre? Este episodio aún sigue vivo en mi mente y en mi corazón.

Íbamos juntos a la famosa clase de “primero E” donde don Giussani dio su primera clase. Él, que tenía una memoria de hierro, escribió al detalle el relato de aquella primera hora, de la que yo solo tengo un vago recuerdo. Yo me interesé por don Giuss antes que Pigi y un día le invité a una reunión. De ahí la leyenda (escrita por él) de que yo le metí en GS. Luego me alejé unos años, cuando me sumé a grupos social-liberales-refractarios. Empecé arquitectura, debía estar en primero o segundo. Un día me encontré con Pigi y me preguntó qué pensaba hacer en vacaciones. «Nada especial». Me propuso ir una semana con GS a Madonna di Campiglio. Si hay algo que pueda llamar «acontecimiento», «encuentro», fue aquella semana. Allí me encontré con una vida, una vida que me atraía. Más aún que las palabras de don Giuss, era el conjunto de toda esa vida: oración, paseos, espectáculos nocturnos. Cuando hoy me preguntan cómo nació mi vocación, pienso en esa semana. Ahí empezó mi vida en GS. Un gran cambio fue renunciar a mis excursiones de esquí los fines de semana para ir a la Bassa (Pigi también era un gran esquiador, hicimos una excursión preciosa al Brenta). Todavía sueño con el esquí, que fue una de las cosas más bonitas de mi adolescencia.

Dino Quartana

Un buen día nuestro Pigi me pregunta: «¿Tú qué quieres hacer con tu vida?». «Pues… ¡Yo qué sé!». «Intentan venir una noche a las reuniones que tenemos con don Giuss, son unas reuniones que llaman “de la verifica”, ¡son secretísimas!». Allí me encontré con mucha gente. De allí salieron sacerdotes, monjes, monjas, padres y madres de familia, y mucho más. Luego llegó mi encuentro con el padre Cocagnac en una velada de cantos bíblicos. Cocagnac dirigía la famosa revista Art sacré, en los orígenes de la renovación de la relación entre Iglesia y arte moderno en Francia.

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Así que un día de noviembre de 1962 me fui a Francia, con gran dolor por dejar a mis amigos, y con mucha inconsciencia para empezar mis estudios dominicos. Desde entonces empecé a hablar con Pigi cada vez menos, aunque nos sentíamos profundamente unidos, y siempre pensé que su vida era infinitamente más seria, más evangélica, más pura y más santa que la mía.
En 2008 recibí el don de pasar unos días con él en casa de nuestro gran amigo Ivo Bonapace en Pinzolo, en el encuentro anual de los amigos brasileños de la asociación “Don Virgilio Resi”, donde también estaban el padre Romano Scalfi, los obispos italianos de Brasil y otros muchos amigos. Estábamos juntos pero hablamos poco, excepto una hermosa velada de testimonios. Pigi y yo hablábamos poco, no nos escribíamos, pero yo sabía lo que hacía y él sabía lo que hacía yo. Era una amistad misteriosa.
Casi no soy capaz de estar triste, porque siento que lo que él vive ahora ya lo vivía antes.
Dino Quartana, París