«¿Qué Navidad es si no está Sergio?»

El bar cerrado, la caja vacía. La ayuda de la parroquia y de los amigos para cubrir gastos y pagar facturas. Y la acogida en casa de alguien que está aún peor. Un encuentro que cambia la mirada

Tengo un bar. El trabajo no va como debería, como les pasa a muchos. Pero estoy muy bien, en comparación con lo que han sido los últimos meses. De marzo a mayo estuvimos cerrados. Un día me llamó el párroco y me dijo: «Sé que no estáis trabajando. Sé que no te falta dinero para comer pero mejor guárdalo para pagar las facturas pendientes. Ven a la parroquia, no te dé vergüenza, estamos repartiendo comida y podemos darte algo». Me llamaba todas las semanas y yo iba a por alimentos. Es algo que ellos hacen durante todo el año con la gente que pasa necesidad.

En ese mismo periodo, unos amigos me ayudaron a pagar los gastos de comunidad porque con la caja del bar parada nos habíamos quedado sin ingresos. Cuando volvimos a abrir, aunque solo podíamos ofrecer comida para llevar, fui a ver al párroco y le dije que lo quería hacer. «Cuando las familias vengan a recoger la comida, diles que se pasen por el bar y les doy algo caliente porque ya empieza a hacer frío». Y empezaron a venir.

Sergio es un cliente del bar con el que charlaba de vez en cuando. De pronto se vio abrumado por los problemas y ni siquiera llegaba a pagar el alquiler. De un día para otro, tuvo que dejar su estudio sin tener a dónde ir. Le invité a cenar, pero le dije que no podía quedarse a pasar la noche porque tengo dos hijos en casa y no tenemos sitio. Al terminar de comer, mis hijos me llamaron aparte para decirme que podíamos dormir juntos y así Sergio podía quedarse esa noche. Luego hablamos con varios amigos para buscar una solución, aunque fuera muy precaria. De momento, tiene una cama.

Desde hace dos meses viene siempre a cenar y ha surgido una amistad muy bonita. Lo más conmovedor es que mis amigos de la Escuela de comunidad me ayudan a pagar los gastos. Hace unos días, mi hija me preguntó si su hermana, que vive fuera de casa, vendría por Navidad. Le dije que sí y me respondió: «Entonces falta una silla». Sergio dijo enseguida: «No, no, yo no estaré. Es una fiesta muy familiar». «No, tú vienes», dijo mi hija, que luego me miró y añadió: «Papá, ¿qué Navidad es si no está Sergio?». Yo pensé: ¿qué Navidad es si no afirmamos un encuentro?

Pero también he aprendido que el “problema” no es Sergio sino yo, cómo lo vivo todo. Nunca entendía cuando me decían que «hay que estar delante de la realidad». Ahora empiezo a entender, porque en vez de mirar la incertidumbre del futuro miro la certeza del presente, que Dios nos ama ahora.

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Ayer vinieron al bar unos amigos inesperadamente y les pregunté qué hacían por aquí. Habían venido a verme. Me llenaron el corazón. Después, vinieron otros dos que están pasando por un gran dolor, pero sacaron tiempo para venir a verme. Cuando se fueron del bar me daban ganas de darles un abrazo. No es posible, pero las cosas más hermosas hay que mirarlas.
Marco, Milán