Mikel Azurmendi

Azurmendi y yo, y esa “pregunta-bingo”

Un grupo de bachilleres de Milán se reúne online con el antropólogo español, protagonista de la Jornada de apertura de curso de CL. «¿Por qué la certeza de la fe es razonable? ¿Qué mantiene despierto el asombro? ¿Una ilusión puede generar tanta belleza?»

El pasado viernes 4 de diciembre, junto al grupo de bachilleres del liceo Sacro Cuore de Milán, participé en un encuentro por Zoom con Mikel Azurmendi, sociólogo, antropólogo y autor del libro El abrazo. Durante la conexión me llamó mucho la atención cómo habló Azurmendi del perdón, diciendo que significa donarse gratuitamente al otro. Uno que ha sido ateo durante cincuenta años debe ser sincero en lo que dice.
Respondiendo a una pregunta sobre la razonabilidad de la certeza de la fe, su respuesta fue luminosa: «Un hombre serio cree. Una ilusión no puede producir todo este bien y esta belleza. Cuando amas, ¿piensas que ese amor es una ilusión? No, así que no lo es».

Yo le había enviado estas preguntas: «El asombro es un aspecto que aparece varias veces en la entrevista. ¿Es una característica de tu encuentro solo al principio, o sigue caracterizando tu camino actual? ¿Cómo es posible que algo ya conocido siga despertando ese asombro, sobre todo en un momento como este, donde es fácil dejarse aplastar por la situación que estamos viviendo?». Él respondió diciendo: «¡Esta es la pregunta-bingo! Cuando la respondes, estás diciendo qué es la Iglesia. El asombro es delante de algo insólito con lo que te topas y que admiras. Por ejemplo, lo puedes ver en tus padres, en un amigo, en un maestro. Te sorprende su manera de actuar y es algo que quieres también para ti. Quieres para ti la vida que ves en esas personas. Por eso deseas cambiar. Jesús tuvo muchos encuentros: con los apóstoles, con Zaqueo. Esta cadena de encuentros siguió adelante hasta nuestros días. Cada encuentro es una sorpresa que reproduce el rostro de Jesús hoy. Es una experiencia posible de nuevo en la historia como acto de amor».

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Mikel me sorprendió porque, con una sencillez desarmante, me hizo comprender qué es el cristianismo: no una realidad relegada a la vida de Cristo de hace dos mil años, sino la concatenación de encuentros suscitados por el amor de Jesús, que te cambian la vida y te asombran, que descubres como una sorpresa en el otro.
Conocerle vía Zoom no ha sido menos que conocerlo en persona, pues he podido ver aún con más claridad cómo se interesaba por mí y que Jesús, como dijo el propio Mikel, estaba presente en ese encuentro. Como él dijo, «en mi libro hay mucho más de lo que yo creía que había, está el significado que habéis percibido y del que deriva este Zoom. Dios está aquí, en este encuentro que estamos teniendo ahora».
Margherita, Milán