¿Qué está sucediendo para que yo empiece a mirar así?

Cuatro meses sin estar en casa. Su familia se ve sacudida por la pandemia, la muerte y la enfermedad y cuando por fin puede abrazar a su madre y preguntarle cómo está ante tanto dolor, llega una respuesta sorprendente

Aun a pesar de los caóticos meses en pandemia, la vida de muchos no se ha detenido y, en los diversos gestos propuestos por Julián Carrón desde el verano, he podido observar que la gran lucha de nuestro tiempo ha sido reconocer si he cedido a la nada o vencido en el ser. He tenido la ocasión de verificar lo que generaba en mí lo que veía y escuchaba; he podido verificar si el nihilismo ha entrado en escena o no. Carrón me provocó en el equipe de los universitarios diciendo: «¿Qué está sucediendo porque yo empiece a mirar así?».

Esta misma pregunta me la planteé yo cuando, después de volver de un extraño cuatrimestre de Erasmus en Suiza, me encontraba –por fin– ante la presencia de mi madre. Volvía a estar cerca de la familia durante la operación complicada a la que se sometía mi padre. Hacía cuatro meses que no podía abrazar a mi madre, tenía más ganas que nunca porque suponía que estaría viviendo un tiempo convulso, ya que hacía un mes había perdido a su padre por el Covid.

Mi sorpresa llegó el día que dejamos a mi padre en el hospital. Yo tenía miedo y por mucho que intentaba estar agradecido, no lo conseguía. Le pregunté cómo estaba, le dije: «con sinceridad, ahora que no están los hermanos pequeños y que estamos solo tú y yo...». Ella me respondió: «¿cómo puedo estar? Estoy totalmente agradecida con lo que el Señor nos está regalando». Evidentemente mi reacción fue de incredulidad y le dije que no estaba siendo realista, acababa de morir su padre y su marido como mínimo durante tres semanas debería estar en el hospital y no sabía cómo se recuperaría... Ante esto mi madre me miró con ternura y me empezó a detallar una cascada de hechos (relaciones con personas, pasos en la fe, relación entre nosotros...) en los que se manifestaba cómo todas estas dificultades habían servido para conocer más a Aquel que precisamente nos ha regalado la vida de mi abuelo o de mi padre y que nunca ha dejado de acompañarnos carnalmente de formas muy concretas. En ese momento entendí que solo con eso –hechos concretos– uno se puede fiar de la realidad, sea lo que sea. Basta estar atentos para dejarse impactar por la realidad. También percibía con claridad el cumplimiento de las palabras que nos decía Nacho Carbajosa en su libro: «nada se ha perdido». Durante las tres semanas de hospitalización miraba a mi madre y percibía cómo ella no tenía miedo, cómo ella parecía que ya lo tenía todo, que no le faltaba nada. Es también un signo para mí, un hecho para mis ojos y mi fe. Este ha sido un motivo por el que sentirme más abrazado que nunca por mi madre, en la que se concretaba la belleza del camino del carisma.

Un hecho y un cambio sucedidos durante la pandemia: vivir intensamente la realidad pasa por no suspender este tiempo en que siguen pasando estas cosas extraordinarias que nos recuerdan que es posible que dentro de lo que a priori puede ser un encuentro casual se juega toda nuestra vida, un encuentro que nos puede sacar de nuestra nada y hacer renacer la fascinación por la vida. Es un tiempo para verificar si incluso en esta circunstancia extraordinaria la fe puede hacer que la vida sea más rica y plena; más humana.
Germán, Barcelona