«Mi diálogo con Dios, con el respirador puesto»

Un amigo médico cae enfermo y las cosas se complican mucho. Todos se ponen a rezar, su familia se despide… Pero sale de peligro y llama a sus amigos para dar gracias: «Retomar mi relación con Él es mejor que estar bien»

Quería compartir un hecho mediante el cual el Señor me está haciendo mucha compañía y al mismo tiempo me está invitando a «mirarlo, reconocerlo y secundarlo» cada vez más.
A un gran amigo mío, médico, le ingresaron en noviembre en el hospital enfermo de Covid. Su situación fue empeorando progresivamente, le diagnosticaron una pulmonía bilateral y tuvieron que ponerle un respirador, que aceptó después de resistirse mucho. Supe por su mujer que una noche, con gran esfuerzo, consiguió hacer una llamada para «despedirse de su mujer e hijos». Todos estaban convencidos de que no volverían a verlo y nos pusimos a rezar intensamente por él.
A finales de noviembre empezó a mejorar y un sábado por la mañana, para mi sorpresa, recibí una llamada suya desde el hospital. Con una voz que mostraba aún mucho sufrimiento, me dio las gracias por nuestras oraciones y me contó su experiencia.

«Cuando me ingresaron, enseguida me di cuenta de que lo que estaba en juego era yo mismo. El deseo de vivir me hacía luchar para no dejarme llevar, pero a medida que iban pasando los días me encontraba cada vez peor y vi que no podía hacer nada más que una cosa: abandonarme, fiarme». Entonces añadió: «Alguien me ha ido llevando. Esos días el Señor volvió a decidir por mí, me hizo renacer y entonces se reactivó mi diálogo con Él. Tal como estaba, en esas penosas condiciones, el diálogo era posible. ¡Un acontecimiento que volvía a suceder, tal cual! Te aseguro que retomar el diálogo con Él ha sido mucho más que mejorar físicamente, ¡no hay comparación!». Y dijo: «¡Nunca me he sentido tan amado! He comprendido qué significa pertenecer físicamente a una compañía, a nuestra unidad, todos rezaban por mí. He comprendido que lo que estaba viviendo no era solo para mí sino para el mundo, para todos, cristianos y no cristianos. Cristo es quien lo hace todo, todo lo hace Él, por eso debemos estar siempre abiertos, dispuestos a responder. En este sentido, ese tiempo tan tremendo ha sido una gran oportunidad para todos. Ofrecer el sufrimiento, grande o pequeño, siempre es para todos, y genera».
Al terminar, preocupándose por mí y por mis amigos, me insistió: «¿Pero cómo estáis vosotros? Pase lo que pase, no tengáis miedo, no temáis por nada».

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Ahora ha vuelto a casa y los que lo rodean, empezando por sus familiares, están asombrados por su cambio. Es él pero ya no es él, es una persona que está redescubriendo una ternura, un afecto nuevo hacia sí mismo y hacia la realidad.
Donata, Roma