Viena. El “no perdono” nos hace viejos

Al principio, shock, angustia y rabia. Luego, el deseo de que hasta un atentado así pudiera verse iluminado por la experiencia cristiana. Y el testimonio de una de las víctimas publicado en un periódico…

Después del atentado terrorista en Viena, sentimos la necesidad de compartir nuestras impresiones y preguntas. Queríamos ir al fondo de las cosas juntos y comprender cómo nuestra experiencia cristiana –sobre todo el camino que hemos hecho estos meses– puede arrojar algo de luz sobre este terrible atentado.

Las primeras reacciones al horror fueron igual que las de cualquiera: shock, angustia, perplejidad, preocupación por nuestras familias y amigos, rabia contra los culpables y todos los que están detrás. Pero enseguida empezaron a surgir otros pensamientos en nuestra conversación, esbozando una nueva perspectiva.
Para muchos, era bastante natural presentar lo que había pasado y nuestros miedos ante el Señor con la oración. Las palabras que la tradición de la Iglesia y sobre todo los salmos nos han enseñado nos dan coraje y esperanza porque Dios es fiel y cuida de sus hijos.
Al mismo tiempo, se planteaba la cuestión de qué significa concretamente esta protección de Dios, más allá de la ingenua idea de que el sufrimiento y el infortunio pasen sencillamente de largo.

Otros empezaban a mirar al asesino como un ser humano y no solo como un “monstruo” o un enemigo. Algunos se preguntaban por qué el odio había triunfado en él. Nos parecía evidente que la rabia y el prejuicio también pueden llegar a determinar completamente nuestras jornadas.

En los días que siguieron al atentado, circulaban por redes sociales hastags bastante duros contra el terrorista, llenos de insultos y palabrotas que le invitaban a «desaparecer». Pero a todos nos dejó impactados el testimonio de la hermana de una de las cuatro víctimas, que en una necrológica publicada en el Standard decía así: «Si queréis honrar a mi hermana y su memoria, os pido a todos que no reaccionéis con odio ni exclusión, pues eso iría en contra de todo lo que ella ha representado, vivido y defendido. (…) Si mi hermana hubiera tenido la posibilidad de elegir cómo comportarse en esta situación, habría querido ponerse delante de este joven sin balas y seguro que le habría hablado con mucha fuerza, y le habría dicho: “Déjate de todas estas mierdas, no tiene sentido. Tira las armas y siéntate aquí conmigo. Dime por qué estás tan enfadado”. Sé que ella le habría hablado, habría discutido y litigado con él hasta que se diera cuenta de que hay otros caminos aparte de este. Pero ella nunca le habría dicho “desaparece”».

Estas palabras muestran una capacidad de perdón que tenemos que aprender porque el “no perdono” nos hace viejos, esclavos del pasado y nos deja a merced de nuestra rabia.
Así, hasta en estas dramáticas circunstancias, algunos han podido reconocer la llamada a una especial responsabilidad con nuestros vecinos, compañeros y demás personas. Los análisis políticos o sociológicos resulta inadecuados ante el sufrimiento de las víctimas y el mal.

LEE TAMBIÉN – Una nueva vida en medio del desierto

Lo que nos permite sentir y asumir las heridas de los demás como si fueran nuestras es un lugar concreto donde las palabras «no tengáis miedo» toman vida y ofrecen una nueva esperanza.
De este modo, podemos compartir con todos los que nos encontremos, incluso ante un terrible atentado como este, el descubrimiento de un Padre bueno que en este momento está moldeando y renovando nuestra vida.
Paola, Viena