Chile. Una ocasión para que el corazón se ensanche

Carolina y sus amigas llevan años visitando semanalmente a las presas del centro penitenciario, pero la pandemia les impide volver a entrar. Saben que las necesitan, pues sufren al no poder recibir visitas. ¿Acaso el Covid puede frenar la caridad?

Hace años, sábado por la mañana, nos juntamos fuera del Centro Penitenciario Femenino de San Joaquín. Leemos un trozo de El sentido de la caritativa, rezamos el Ángelus y entramos. Controles, y varias rejas que se cierran detrás de nosotros hasta llegar al Patio 1, donde nos esperan nuestras queridas amigas. Cada una de ellas con su propia historia, dolor y esperanza.

Somos un grupito de amigas que realizamos nuestra caritativa en dicho Centro Penitenciario en Santiago de Chile. La llegada de la pandemia a mediados de marzo nos impidió poder reencontrarnos con nuestras amigas internas. Con otras, en cambio, con algunas de aquellas que han cumplido su pena hemos podido seguir manteniendo fuera una relación de amistad, mujeres que una vez fuera del recinto penitenciario decidieron rehacer sus vidas. Empezaron a vivir y a trabajar juntas comenzando así una nueva etapa con un gran deseo de esperanza, acompañadas por la amistad gratuita de Sandra, una voluntaria de nuestro grupo que las acompaña en las necesidades que les van surgiendo, como gestiones de papeleo tanto legal como sanitario.

Expectantes y con la pregunta de cómo continuaríamos durante este año, ya que hasta la fecha no podemos ingresar al recinto, al principio de la pandemia en Chile, inesperadamente, llegó una invitación virtual por parte de la secretaría del movimiento que señalaba la caritativa como punto central de nuestra experiencia. Debido a la falta de empleo causada por el estallido social en nuestro país en octubre de 2019 que luego empeoró por la llegada de la pandemia, proponía a varias personas que hacíamos distintas caritativas que contáramos qué era lo que nos movía a seguir haciendo la caritativa a lo largo de estos años. Fue conmovedor volver al inicio. Escuchar las experiencias de cada uno dejaba en evidencia que «lo más valioso de la caritativa es que es siempre una educación constante en la gratuidad», libres de todo éxito pero intentando ser siempre fieles en la obediencia al gesto.

Al término del encuentro, éramos conscientes de que este año sería distinto, la propuesta de nuestros amigos era no bajar la guardia y seguir el camino de la forma más ingeniosa posible intentando estar atentos a las necesidades de nuestras amigas. Dejándonos provocar por esta sugerencia fue que en nuestro grupo surgió el deseo de acompañarnos cada quince días de forma virtual, acompañadas además por otros amigos de otras caritativas.

El desafío era evidente, cobraban vida las preguntas que Carrón expresaba en su carta del 12 de marzo de 2020, con motivo de la pandemia: ¿cómo acompañarnos en esta situación tan difícil?, ¿cuál es la compañía que necesitamos de verdad?, ¿cómo seguimos viviendo la caridad en tiempos de pandemia? Planteadas las preguntas, nos propusimos profundizar sobre el texto de El sentido de la caritativa de don Giussani, retomando en paralelo los testimonios de los internos de la cárcel de Padua, citados en el Via Crucis del Papa Francisco de este año. El fruto de estos encuentros ha sido un verdadero regalo, la amistad se ha vuelto cada vez más esencial entre nosotros.



El primer movimiento de nuestra libertad fue preguntar a la capellana de la pastoral del centro penitenciario, perteneciente a la Congregación del Buen Pastor, qué necesidades tenían las internas a causa de la pandemia. Nos propuso recoger artículos de aseo personal, dulces y golosinas para todas aquellas que lo estaban pasando mal por no poder recibir visitas, no ver a sus hijos y familiares. Nos pusimos en marcha. Un compañero de trabajo, sorprendido por lo que veía que hacíamos, no dejaba de agradecernos el hecho de haberle permitido poder hacer su aportación.

Otro fruto de la gracia que hemos recibido este año fue reencontrarnos con Daría, una amiga nuestra de nacionalidad boliviana que conocimos dentro del centro penitenciario y que salió en libertad hace más de tres años. Una vez cumplida su pena, decidió quedarse en Chile para formar una familia. Tiene una hija a la que ha puesto el nombre de Alaia, que significa “alegría”. A primeros de agosto nos mandó un mensaje pidiéndonos ayuda porque su pareja, a causa de la pandemia, se había quedado sin trabajo y ella, con un oficio de costurera que había aprendido en la cárcel, no podía asumir gran parte de los gastos que demanda una hija recién nacida. Y así, volviendo a preguntarnos y a ponernos en marcha, en menos de dos semanas habíamos logrado nuevamente, gracias a la generosidad de tantos amigos nuestros, lo que nos pedía e incluso más… incluso ropa y juguetes para Alaia.

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Pero la aventura y el desafío no terminaban ahí. El domingo 30 de agosto, partimos junto con el padre Simone con los permisos sanitarios necesarios para viajar a la ciudad de Viña del Mar, donde nos esperaba Daría con su familia. Fue un encuentro precioso, tras el cual Daría pidió a Simone que le bendijera una pequeña medallita de la Virgen para que protegiera a su pequeña de dos meses. Luego nos dirigimos a un mirador cercano que se encontraba frente al mar, la vista era maravillosa, el cielo y el mar, de un azul intenso, revelaban la Belleza de un encuentro que nos permitía compartir con ellos sus necesidades, sus vidas, un pequeño picnic y el inicio de una amistad en la que prevalecía un agradecimiento mutuo.

Volvíamos con el corazón inundado de alegría. Y al llegar a casa recibí este mensaje de Daría: «Les agradezco de corazón todo lo que han hecho por mi familia». Resonaban estas palabras don Giussani: «Vivir la vida como vocación significa tender hacia el Misterio a través de las circunstancias por las que el Señor nos hace pasar, respondiendo a ellas». Esto es lo que verdaderamente nos hace interesarnos por los demás, lo que nos saca de la nada y nos hace darnos cuenta de que la pandemia no ha sido un impedimento para seguir viviendo la caridad y estar agradecidos por todo lo que el Señor sigue haciendo acontecer en nuestras vidas.
Carolina, Santiago de Chile