Cuando el corazón se “descongela”

Un concurso literario que, más allá de todas las expectativas, ni el virus consigue suspender. Y la sorpresa de «una flor» que después de los premios da un vuelco a las expectativas

A primera vista, la pandemia apagó los micrófonos y los focos del mundo de la cultura. Atenuó la búsqueda de la belleza, pero hay que reconocer, sin embargo, que ese flujo sencillamente se había escondido y solo esperaba alguna circunstancia favorable para volver a salir a la luz del sol. Pocos días antes del confinamiento, había propuesto un concurso literario nacional dedicado a “historias del deporte”. Justo después pasó todo lo que conocemos: el deporte suspendido y el corazón de la gente afanado en otros asuntos. Pensé mucho suspenderlo. Al final, la realidad decidió por mí.

Desde toda Italia llegaron casi tres mil historias, algunas de las zonas rojas, las más afectadas, con cuarentenas forzosas. Era imposible quedarse parado ante tanta riqueza humana. ¿Pero cómo sustituir la entrega de premios en vivo y poder conocer a la gente sobre el terreno? Hicimos un directo en Facebook, la noche de los videos, donde unos setenta autores compartieron sus respectivos videoclips producidos por ellos mismos para darse a conocer. Presenté el acto con un amigo de la Escuela de comunidad, fue precioso y muy divertido. Pero nada más, aparentemente.

Al día siguiente recibí un correo de una persona que no conozco que me cambió la perspectiva. «Quería darte las gracias, a ti y a tu amigo DJ por la noche de los videos. No solo porque, como han dicho todos, habéis estado muy simpáticos y profesionales, sino porque hay algo más que me ha llamado la atención. Ante todo, la amistad que evidentemente, aunque no os conozco, os une en una vida auténtica que habéis compartido con doscientos desconocidos. Pero también hay otra cosa. Sin grandes discursos, nos habéis hecho ver que nunca os rendís a la tristeza del presente, que no habéis realizado este evento para distraernos del virus, como hacen todos. Nos habéis ayudado a entender que podemos hacer cosas bonitas ahora, no cuando el futuro mejore, que probablemente no mejorará. Tal vez no era vuestro objetivo pero vuestra atención a la hora de vincular a la gente que contaba sus historias descongeló las preguntas que llevo en mi corazón y el grito de rabia y miedo que tiendo a censurar. Me he sentido escuchado por vosotros».

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«Ni siquiera sé quién ha sido el que me ha dado una flor», cantaba Battisti en su canción La compañía. No importa, me basta la certeza de haberla recibido.
Stefano, Bolonia