«Algo importante que no quiero perder»

El recuerdo de un encuentro en la escuela hace tres años. Y un mensaje, delante de la “nada” en la que se ha sumido estos meses. Entonces él le envía las palabra de Julián Carrón… y ella responde

Una estudiante de Ragusa que aún recordaba de la presentación, hace tres años en su escuela, del gesto de la donación anual de alimentos me envió un mensaje sobre la “nada” en la que había estado inmersa durante la cuarentena. En vez de responderle con algún discurso, le envié la introducción de Julián Carrón al texto “¿Qué nos arranca de la nada?”.
Os envío su respuesta, que fue como un bofetón para mí, que después de 44 años en el movimiento ya había leído y “archivado” el texto.
Nuccio, Catania

«Gracias. El documento que me has enviado me ha revolucionado. Es maravilloso abrir un texto como el que me has mandado: páginas y páginas que brotan de la fantasía de alguien que ni siquiera conozco pero a quien ya quiero.

Y le quiero porque cuida algo que yo ya había desechado hace tiempo. Me hace respirar el oxígeno del mundo real, antes de que empiece a hundirme de nuevo. Tal vez me he dejado llevar demasiado por la “nada”. «Apostado en el cruce del espacio y del tiempo, / observo con mirada fría el avance de la nada». Esta frase me ha impactado muchísimo. Me siento espectadora. No entiendo nada. No entiendo los libros que estudio, no entiendo a la gente, no entiendo lo que pasa. Me siento una brizna que vaga sin opción, que se posa donde puede hasta que algo la arrastra a otra parte. Me siento como si tuviera que comprender al vuelo un libro escrito en una lengua desconocida. Puedo mirar las páginas, pero no logro entender. Y me da miedo perderme algo importante.

Todavía recuerdo cuando viniste a mi escuela, me enseñaste que podía ser protagonista de mi vida. Este concepto me lo grabé a fuego en la piel desde el primer día que te lo oí decir, y ya nunca lo he perdido de vista. Pero a veces confieso que me cuesta. No es un problema de valores, pero no soy capaz de seguir los acontecimientos, todo corre demasiado rápido. Como en esos sueños en los que sabes lo que quieres hacer pero no lo consigues por mucho que te empeñes.

Otro punto que me ha hecho reflexionar mucho es cuando habla del grito. Del hecho de que la necesidad de un grito no puede darse por descontado y que sea síntoma de que la respuesta existe, por indescifrable que parezca, pero en alguna parte tiene que estar. Tal vez sea cierto.

LEE TAMBIÉN – Macerata-Loreto. Carrón: «La vida como vocación»

Me ha sorprendido porque otra idea que me persigue como una sombra es la de no entenderme a mí misma: qué es lo que quiero hacer. ¿Me basta con lo que soy, como lo que he elegido? ¿Cómo llegar a entenderlo? ¿Qué haré después de graduarme? Debería responderme sola, pero no sé cómo hacerlo. Aunque quizás la respuesta exista, quizás tenga razón el autor de esta preciosa introducción.

Quién sabe si yo también encontraré una Presencia capaz de acoger el grito de mi humanidad confusa e inquieta».