Conocer a Cristo, cosiendo mascarillas

«Me gustaría saber algo más de Jesús...». Esta pregunta de una amiga descolocó a Elena y la puso en movimiento. En el fondo, era el mismo deseo que tenía ella. Así arrancó una energía que implicó a parte de la población de su barrio

Hoy, después de las clases matutinas por video y una hora cortando tela nueva de la bobina, salí para dar mi paseo casi diario por las casas del barrio, donde mis amigas abuelas hacen obras grandiosas con su máquina de coser. Solo hoy he recogido 258 mascarillas, y en total ya hemos superado las tres mil… Me conmueve pensar que esta historia comenzó por el deseo de querer conocer más a Jesús.

La tarde del 27 de marzo pensé en invitar a dos amigas alejadas de la Iglesia y del cristianismo a ver la oración con el papa Francisco en la plaza de San Pedro. Temiendo su reacción, les dije con una sonrisa que «en el fondo una bendición nunca le viene mal a nadie...». Una invitación un poco atrevida, pero ambas aceptaron. Después de comentar, cada una desde su casa, las impresionantes imágenes de la plaza, una de ellas, budista, me dijo: «Elena, quiero preguntarte una cosa que nunca he entendido, ¿qué significa INRI?». Yo empecé a balbucear: «Bueno, ya sabes, los romanos, Poncio Pilato, el rey de los judíos, la crucifixión, las burlas…». «Sí, ¿pero por qué rey de los judíos?». «Tal vez habría que saber algo más sobre Jesús para comprender mejor». «Me gustaría que me hablaras de él, saber mejor quién es». Me quedé aturdida ante una petición tan bonita. Surgía después de ver el Papa en un gesto grandioso pero sobre todo esa pregunta también era mía. En este tiempo de reclusión tan difícil, deseaba no perder el tiempo, no perder la ocasión de conocerle mejor, aun viviendo unos días (y sobre todo noches) inesperadamente vacíos de cosas que hacer.

Esta pregunta empezó a acompañarme a lo largo de las jornadas y me di cuenta de que empezaba a estar más atenta y a dejarme provocar por todo. Una noche, durante una de las muchas conexiones de este periodo, alguien dijo que la asociación “Encuentro y Presencia”, a la que pertenezco y con la que hago caritativa en la cárcel de San Víctor, había recibido como donación una bobina de siete mil metros de un material útil para fabricar mascarillas. La cuestión era cómo confeccionarlas.



No me ofrecí porque tuviera alguna habilidad, me ofrecí porque todo empezaba a interesarme, también esa necesidad que se me ponía delante. Hablé con mi párroco, con el que ha surgido una relación últimamente, y gracias al aviso durante la misa del domingo de ramos en streaming y por el boca a boca, nació hace unas semanas un equipo de 24 mujeres del barrio para hacer este trabajo. Nunca había pensado obtener una respuesta tan grande.

Lo que más me ha llamado la atención son los encuentros que estoy teniendo. Personas que han dicho sí sencillamente a la posibilidad de hacer algo de bien, aunque no conocen la realidad de la cárcel, ni mucho menos la asociación, nada… Tenemos a Elisabetta que, aunque ahora está en casa, trabaja en el teatro de La Scala confeccionando vestuario escénico; o Carla con su máquina de coser desde 1940; Mayra, que a pesar de sus problemas económicos echa una mano de buena gana; y Elena, que a falta de gomas se ha inventado un prototipo con trozos de pantis… Me sorprendo recorriendo un tramo de mi camino con estas compañeras de viaje, con una mirada llena de gratuidad, como la que nos propone don Giussani en la caritativa. Esa mirada me ayuda a conocer a Jesús porque esa mirada es suya. «Nosotros vamos a la “caritativa” para aprender a vivir como Cristo». No quiero menos que esto.

De esta realidad de pueblo surgida en mi barrio, sucede también que el horizonte se ensancha. Una amiga pidió colaborar, aunque no vive en la zona y no puede desplazarse porque está prohibido. Así que dejamos la cosa en el aire, hasta que en una conversación me enteré de que el hijo de una de las mujeres que cosen trabaja de mensajero y se ha ofrecido para ayudarnos gratuitamente con la entrega de material en casa de esa amiga de lejos… Y así seguimos.

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Ahora estamos esperando que las cárceles nos hagan llegar sus necesidades y eso también supone una provocación. Nos entran las prisas por completarlo todo rápidamente, pero esta paciencia me ayuda a tocar con mis dedos el hecho de que no se trata de una obra que dependa de nosotras. De hecho, la espera me permite ensanchar la mirada y nos ayuda a ver otras necesidades a nuestro alrededor.Hemos empezado a enviar mascarillas a casas de acogida, incluso hemos enviado 700 a una ONG de Rumanía. ¡Qué grande es Dios! Le basta que yo desee conocerlo para hacer suceder cosas impensables.
Elena, Milán