«La manera en que Jesús me hace notar cuánto me quiere»

Un grupo de amigos organiza un reparto de cena a médicos y enfermeros de las plantas de Covid en el hospital de Forlì. Publicamos la carta de uno de ellos, que se pregunta: «¿por qué sigo yendo?»

Trabajo en una empresa de maquinaria e instalaciones industriales donde me encargo de la producción y seguridad. Por este motivo, la mía no es una cuarentena en reclusión sino que he tenido que ir todos los días a la fábrica. Al volver a casa, me dedico a disfrutar de mi familia y de mis pasiones. A los pocos días de empezar el confinamiento ya me había acostumbrado a esta situación. Hasta que un día un amigo, con el que hace tiempo organizamos una parrillada benéfica, lanzó en el chat del grupo organizador esta provocación: «En este tiempo de conversión, ¿por qué no convertimos también este chat? Habría que ayudar a los médicos y enfermeros del hospital que están sin poder cenar».

Inmediatamente me vi arrancado de mi zona de confort. Una propuesta inesperada, imprevista, incluso un poco arriesgada, que implicaba ir, enfundados con mascarillas, a la puerta de las plantas hospitalarias, por lo que suponía una cierta tensión.

En muy pocos días se generó una red de familias, empresas productoras de alimentación, supermercados, todos dispuestos a preparar la cena para unas treinta personas de las urgencias y las dos plantas de Covid del hospital. Luego nosotros pasaríamos a recoger la comida por las diversas casas y a entregarla en el hospital, todos los días de la semana. Al principio la sorpresa cuando nos veían llegar era enorme. Enfermeros, médicos y trabajadores sanitarios no dejaban de preguntarnos: «¿pero quiénes sois?». Veíamos cómo sus ojos, detrás de las mascarillas, se llenaban de lágrimas. Con el tiempo, el gesto se ha ido convirtiendo en un ritual, nos esperan, ya no nos preguntan quiénes somos pero esperan nuestra llegada.

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¿Pero por qué sigo yendo? Seguramente no voy (solo) por hacer el bien. Veo por mí, principalmente por mí y por mi deseo de ser feliz. La repetición de un gesto diario también puede acabar resultando algo obvio, banal, puede vaciarse de significado, pero no puedo dejar de reconocer cómo este gesto tan sencillo me está ayudando. De hecho, me regala una ocasión para ser alcanzado por la gracia de Jesús, que ha elegido una forma tan nueva sencilla para hacerme percibir Su bien. De modo que el viaje al hospital en coche con un amigo se convierte en una gran ocasión. La mirada conmovida de una enfermera detrás de una mascarilla se convierte en una gran ocasión. ¿Ocasión de qué? Ocasión, para mí, de recibir la Gracia de su Presencia.
Donato, Forlì