Cattarina: «Un pequeño soplo de luz»

Los padres escriben llenos de preguntas, surgen miradas nuevas en la familia, con amigos y compañeros, donde se calla porque «todo habla, dice, explica, muestra, anuncia». La carta del fundador de la comunidad de rehabilitación El Imprevisto de Pesaro

Varios “antiguos” padres y jóvenes de nuestras comunidades nos están llamando últimamente. ¿Para preguntarnos cómo estamos, cómo lo estamos pasando, cómo nos organizamos?

No hace falta mucho para entender que la verdadera preguntas es otra y algunos incluso llegan a formularla: «¿Qué decís? ¿Cómo lo veis? ¿Qué va a pasar? ¿Qué quiere decir lo que está pasando? ¿Qué debemos cambiar? ¿Qué implica realmente esta pandemia? ¿Comprenderemos el misterio, el secreto profundo, real, definitivo?». Más aún que estas preguntas, llama la atención el nivel de espera, ansiedad, conmoción que se respira en torno a ellas. Los suspiros, las pausas que resuenan y se insinúan en los pliegues de las palabras.

Sí, siempre llama la atención –en estos días con mayor sorpresa– el deseo de todo hombre de buscar y encontrar un tesoro, un buen camino, un lugar lleno de felicidad.

Estas semanas miramos de un modo nuevo, especial. En la familia, con los amigos y compañeros. Las miradas son interrogativas y temerosas, silenciosas y mendicantes. Ya no hay tantas ganas de hablar. Hay una espera, palabras en suspenso… No se quiere abrir la boca porque se ve que todo habla, dice, explica, muestra, anuncia. Todavía no del todo claro, no con nitidez, no se entiende del todo, no se comprende bien, no se ve adecuadamente… Sin embargo, se siente –eso sí–, se vislumbra, se intuye un pequeño soplo de luz, una leve brisa que quiere abrirse paso, que te alcanza para susurrarte.

Para ver mejor, para comprender, para volver a empezar a entender, miro a los chicos de nuestras comunidades, estoy con ellos, hablo con ellos, nos encontramos, dialogamos. Me pongo en medio de ellos, les miro, no dejo de ponerles encima mi mirada.

Ya lo he experimentado mil veces y estoy seguro de que en este momento tan dramático, si me fijo, si sé esperar y observar atentamente todo en ellos –sí, todo en sus rostros y en sus historias–, si sé sumergirme en ellos, zambullirme en sus vidas, entonces poco a poco y misteriosamente aparecerá la respuesta: se crea, nace, brota la respuesta, el camino, la meta.

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Ellos la llevan, desde hace mucho tiempo les acompaña: hay que pedir que brote de repente, que estalle… que se ofrezca.
Silvio Cattarina, Pesaro