Una calle de Kampala

«Cambiado por un mensaje: “Dios está ahí”»

Como en todo el mundo, también en Uganda las medidas de contención ante la epidemia han bloqueado la actividad y la vida social. Pero entre la soledad y la tristeza, basta un sms para cambiarlo todo

Igual que en otros países, en Uganda también nos hemos visto afectados por el coronavirus. El país ha quedado bloqueado por una directiva presidencial, con medidas similares a las de Italia y otros países europeos: fronteras cerradas excepto para las mercancías, confinamiento en casa, prohibición de movimiento de personas, toque de queda… Todo eso ha influido en la población y en nuestra vida. Las oficinas están cerradas y estamos explorando nuevas formas de teletrabajo. Yo vivo en el complejo de Avsi en Kampala, donde también está mi despacho, así que el cierre no me afecta tanto. Cuando empezó el aislamiento, envié un mensaje a mi amiga Rose diciéndole: «La gente que se verá más afectada por este aislamiento son los pobres, los que viven en suburbios, los que trabajan para ganarse el pan de cada día, que sin la posibilidad de vender en la calle lo poco que tienen, no tendrán nada para comer». Su respuesta fue como un rayo de luz: «¡Es verdad! Pero Dios está ahí».

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La semana pasada estaba solo en el despacho. No había nadie, me rodeaba un silencio insólito. Tuve una fuerte sensación de soledad y, con el paso del tiempo, también tristeza y desesperación, que influyeron en mi manera de trabajar. Al mismo tiempo, me di cuenta del valor que tienen mis amigos y compañeros, y lo mezquino que soy a veces con ellos. Los echaba mucho de menos. Luego me vino a la mente el mensaje de Rose: «Dios está ahí». Una liberación. Enseguida lo uní a los rostros de mis amigos más queridos y de mi familia. Algo en ese momento saltó y cambió en mí. Ya no estaba solo: «Dios está ahí». La sensación de soledad no desapareció, aún la tenía, pero se volvió amiga. Incluso empecé a trabajar mejor que de costumbre, que cuando mis compañeros están conmigo. Agradezco la amistad que se me da, que me anima continuamente a juzgar y despierta mi yo en todas las circunstancias, por complicadas que sean.
Samuele, Kampala (Uganda)