Hoy he visto un rayo de luz entre las noticias cada vez más alarmantes sobre el coronavirus. Nos hemos conectado por video con los alumnos que quisieran de Portofranco del curso de italiano. Son chicos y chicas extranjeros, egipcios y marroquíes, musulmanes. Hemos hablado de cómo estamos viviendo esta situación: el miedo, las preocupaciones, la suspensión de las clases. En un momento dado, uno de ellos ha dicho que esta situación pone en evidencia el límite del hombre y ha empezado un diálogo sobre este tema.

Un diálogo que mostraba una cierta distancia entre nosotros sobre quién es Dios pero, al mismo tiempo, indicaba que lo que nos une es la búsqueda de un sentido dentro de este drama y la pregunta de por qué esta prueba. Un diálogo intenso sin prejuicios, los unos tratando de entender las razones de los otros. Un diálogo libre, entre personas que se estaban tomando en serio lo que está pasando y lo viven como ocasión de verificar qué es lo que vale para vivir.

Me ha llamado la atención su seriedad y su fe. Ellos han sido los que han entrado en la cuestión de Dios. Un chico decía que no tiene miedo porque sabe que todo le viene de Dios. Es raro encontrar entre los jóvenes una postura tan seria frente a la vida y frente a lo que está pasando. Hoy, delante de ellos, he entendido lo verdadera que es la carta que nos ha mandado Julián Carrón. «Lo queramos o no, nos afecta a todos. Y compartimos con todos la misma pregunta: ¿cómo estar como hombres frente a esta circunstancia?».

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Ellos, jóvenes musulmanes, con su humanidad, me han ayudado a tomar en serio esa pregunta de la que parte Carrón. ¿Cómo estoy yo delante de lo que está pasando, qué sentido tiene para mí? Hoy he comprendido mejor lo verdadera que es la amistad que tenemos, porque nos desafía a estar delante de la realidad, nos ayuda a mirarla a la cara.
Gianni, Abbiategrasso (Milán)
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