«Fe y solidaridad, lo que yo llamo antivirus»

Un Banco de Solidaridad que continúa ayudando a ancianos solos. La iniciativa de un restaurador que abre solo para ellos. Y el descubrimiento de la necesidad de la Escuela de comunidad para vivir, ahora especialmente

La emergencia que estamos viviendo me ha provocado a prestar atención y a vivir más intensamente dos aspectos fundamentales de nuestra vida: la fe y la solidaridad, que yo llamo “antivirus”. Estos son los dos elementos que este año quería utilizar para explicar a los niños qué es la jornada donación de alimentos en las aulas, una de las iniciativas que sostienen los Bancos de Solidaridad. Esos dos elementos me permiten estar cada día dentro de la realidad y seguir, también ahora, llevando platos de comida caliente a personas ancianas que viven solas.

Tenemos un restaurador que desde hace unos años, desde que nos conoció, prepara gratuitamente comida caliente para donar a los que lo necesitan. En tiempos normales, los repartimos los domingos. Por la excepcionalidad del momento, los prepara a diario, de modo que podemos repartir doce menús al día. Le hemos preguntado por qué hacía esto y nos ha dicho: «¡Por gratitud! Doy gracias a Dios que me ha dado la vida, a mis padre y a mis abuelos que me han educado. Con este inmenso agradecimiento puedo estar al lado de todas las personas más débiles y frágiles, sobre todo los ancianos».
Pequeña nota: el restaurante lleva quince días cerrado y él abre la cocina solo para preparar la comida que repartimos.

LEE TAMBIÉN – «Mis amigos están lejos, pero no estoy sola»

De las amistades que han surgido en nuestro Banco de Solidaridad con personas nuevas que hemos conocido e invitado a llevar la caja, ha nacido en un pueblo cercano una Escuela de comunidad. Un pequeños grupo de personas formado por gente buena, religiosa, acostumbrada a rezar. Después de unos meses de Escuela de comunidad, a la pregunta sobre el camino recorrido («¿cómo te está ayudando el trabajo que estamos haciendo?»), la respuesta ha vuelto a ser sorprendente: «La conciencia que me está dando la Escuela de comunidad y la amistad con vosotros nunca me la había dado nadie, ni tampoco sentía necesidad de ello».

Ellos fueron los primeros, cuando empezó el periodo de riesgo de contagio, en pedir que la Escuela de comunidad continuara vía streaming, porque «de otro modo, ¿cómo podremos estar delante de lo que se nos pide vivir?».
Gianfranco, Ostra (Ancona)