«Mis amigos están lejos, pero no estoy sola»

El deseo de algo que venza la soledad y los propios pensamientos. Un mensaje que te hace volver a empezar. Las ganas de vivir abierta a las cosas que suceden. Y el descubrimiento de que hasta en familia los “muros” pueden caer

¿Puedo decir que estoy sola? No. Aunque mis amigos estén lejos, no lo estoy. Me doy cuenta de que todos nos sentimos impotentes en esta situación, pero también veo que todos estamos buscando algo, durante la jornada, que venza nuestra soledad y nuestros pensamientos. Es como si estos días tuviera un montón de receptores dispuestos a captar cualquier cosa que pueda ayudarme a no caer.

He pasado días duros porque solo miraba todo lo que no podía hacer. Un mensaje de una amiga preguntándome cómo estaba me hizo volver a empezar. Ella tiene las mismas dificultades que yo, pero las afronta de una manera distinta. Ver esto en ella me hizo desear vivir así. Luego leí una página de la Escuela de comunidad que habla justo de esto: «Por medio de un encuentro es como aquello a lo que hemos sido llamados, aquello a lo que quizá hemos mirado con respeto, igualmente tiñe de manera distinta la franja extrema del cielo al amanecer. En este sentido el encuentro es fuente de memoria».

Entonces me dije: «Yo no puedo cambiar esta situación, pero si existe es porque debo aprender algo. Ayúdame a reconocerte también aquí, en estas jornadas, en estos rostros tan cotidianos, en la fatiga del estudio». He intentado ponerme en una posición de apertura y, con sorpresa, me he dado cuenta de que en mis jornadas suceden muchas cosas pequeñas pero que me ayudan a volver a empezar.

Cuento un hecho diminuto: la misa del padre Marco. Mi padre me preguntó, estupefacto, si para mí era necesario seguirla. Le respondí que sí, que la necesito. Empecé a verla con mi madre y, poco después, él también se sentó a nuestro lado. Me llama mucho la atención ver cómo esta situación nos ayuda a derribar los muros de nuestra resistencia y nos descubre necesitados y mendigos, en busca de algo o alguien que llene el vacío que sentimos.
Los gestos que nos proponen, los textos de Julián Carrón, las conversaciones con amigos, me ayudan justo a esto: a no caer en mis pensamientos y en la mentalidad común, y a descubrir que yo renazco en una relación. Como dice la Escuela de comunidad, «un encuentro, si es totalizador, se traduce en una forma y no solamente en un ámbito nuevo de relaciones: no provoca simplemente una compañía entendida como lugar de relaciones, sino que establece la forma en que estas se conciben y se viven».
Lucia, Bolonia