Voluntarios preparan la comida para la Jornada con los pobres en Bucarest

Bucarest. La gracia de una jornada con los pobres

Siguiendo la invitación del Papa, en la capital rumana varias entidades caritativas han organizado una jornada con los menos favorecidos. Misa, comida, juegos, una ocasión para compartir la esperanza

Hace tres años, el papa Francisco nos invitó a compartir una Jornada con los pobres, no como una buena práctica de voluntariado sino porque «si realmente queremos encontrar a Cristo, es necesario que toquemos su cuerpo en el cuerpo llagado de los pobres». El deseo del Santo Padre era que esta Jornada pudiera instaurar una tradición como contribución concreta a la evangelización en el mundo contemporáneo. Y así, también el año pasado, con motivo de la segunda Jornada de los pobres, “Este pobre gritó y el Señor lo escuchó”, recuperamos esa alegría de estar juntos.

El mensaje de este año, para la tercera Jornada mundial, nos impactó mucho: “La esperanza de los pobres nunca se frustrará”. Qué firmeza al condenar nuestra manera de mirar a estas personas. «Considerados generalmente como parásitos de la sociedad, a los pobres no se les perdona ni siquiera su pobreza»; así como nuestras acciones: «Se pueden alzar muchos muros y bloquear las puertas de entrada con la ilusión de sentirse seguros con las propias riquezas en detrimento de los que se quedan afuera. No será así para siempre».

Juegos durante la Jornada con los pobres

También este año, junto a otras asociaciones y obras de caridad en Rumanía, quisimos seguir la indicación del papa Francisco. La misa, celebrada por el nuncio apostólico Miguel Maury Buendia, en la parroquia de San Francisco de Asís en Bucarest, contó con la presencia de más de doscientas personas que luego se quedaron a comer. Fue una comida riquísima, organizada de manera excelente por los amigos de la asociación Papa Juan XXIII en colaboración con el Banco de Alimentos, Cáritas, los hermanos de la Caridad, la congregación de Don Orione, los hermanos maristas, la comunidad de San Egidio y nuestros amigos del movimiento.

Luego hubo un momento de juegos para todos. Algunos se quedaron en la parroquia con los más mayores y nosotros, con los voluntarios de la Papa Juan XXIII (vinieron veinte desde Italia solo para esta Jornada), fuimos a la casa de los hermanos maristas que acoge a treinta niños abandonados, y allí estuvimos jugando toda la tarde.

¡Qué jornada! ¡Qué gracia! Como nos recordaba el papa Francisco en su mensaje, y como nos reclamaba el nuncio durante su predicación antes de leernos el saludo del Papa, el camino es sencillo: «basta con detenerse, sonreír, escuchar».

Me llevo grabada en el corazón de manera indeleble esta experiencia. «Los pobres nos salvan porque nos permiten encontrar el rostro de Jesucristo». Para mí se hizo evidente en el momento del Tatal Nostru, el Padre nuestro, durante la misa. En ese momento, todos, realmente todos, ancianos, personas sin techo, niños, personas con discapacidad, todos rezaban juntos: se oía una sola voz, firme y fuerte. En aquel momento me conmoví. Realmente, el Padre nuestro es la oración del pobre, ¡y el pobre es el hombre de la confianza, porque está seguro! Acompañados por el nuncio, pudimos vivir la experiencia de un pueblo que camina seguro.
Simona, Bucarest (Rumanía)