La jornada de recogida del Banco Farmacéutico en Argentina

Argentina. «La pregunta del que dona es también la nuestra»

La jornada de recogida de medicamentos en las farmacias de Buenos Aires. La gratitud de Silvana, el descubrimiento de Sonia y la libertad de María Rosa… Crónica de un sábado “especial”

Somos un grupo humano con todo lo que eso implica; algunos muy amigos y otros solo compañeros de esta aventura pero a todos nos reúne Otro, que hace posible que el Banco Farmacéutico y su Jornada anual de donación de medicamentos se ponga en marcha, más allá de las limitaciones y pobreza de cada uno.

Este año conformamos distintos grupos de trabajo según la disponibilidad y fortalezas de cada uno y por primera vez en siete años logramos trabajar en equipo y por división de tareas, con el objetivo de difundir mejor la propuesta y lograr la adhesión de voluntarios. La mirada sobre estos sigue siendo nuestra meta cada año. «Me llamaron mucho la atención los nuevos voluntarios y también tuve una mirada renovada sobre ellos», cuenta Semper, «tratándolos con más afecto, felicitándolos y valorando y agradeciendo su ayuda».



Como a Silvana, la vida familiar de cada uno de nosotros se altera ese sábado. «En casa no había almuerzo preparado, le pedí a Tomás que pasara al supermercado a comprar las clásicas milanesas porque yo no llegaba. Empezó a protestar». En medio del caos, surge la pregunta: «¿Por qué hacemos esto? ¿Por qué hago esto? Considero que la pregunta tiene que estar y para todos. Rezo a la virgencita de Lourdes: que sea lo que vos quieras pero queremos ayudar a otros, así que te encomiendo la jornada». La petición es de todos; por lo que dejamos, por lo que ofrecemos, porque es Día de la primavera y Día del estudiante y puede que no haya tanta gente, y hay poco dinero en la calle y… nuevamente a pedir y a confiar.

Hemos trabajado duro durante todo un año, hemos tenido encuentros y también desencuentros pero el esfuerzo da sus frutos y, como dice Óscar, «sería reducir los hechos si no se ve que todo ese trabajo que llevó a un espectáculo de belleza es, en realidad, la obra de Otro más grande que se hace presente».

Para los voluntarios, aun para los que no es su primera vez, siempre resulta una sorpresa y una novedad estar en la farmacia; puede que esas cuatro horas sean fugaces o se hagan interminables. «Entraba muy poca gente y los que entraban en general compraban productos caros y escuchaban la propuesta pero tenían respuestas evasivas. Después de casi una hora de estar ahí y que nadie hubiera colaborado, me sentía desanimada. Entonces sucedió que una persona me escuchó atentamente y me dijo: “indicame vos qué convendría donar”. Cuando puso el medicamento en nuestra caja y se lo agradecí, ella me miró y me dijo: “no, gracias a ustedes; por suerte hay alguien que se ocupa”. En seguida mi desánimo se transformó en alegría y comprendí que no es obvio que uno done, que es un regalo que la persona se sensibilice y mueva su libertad y su bolsillo».

La experiencia de Silvana es completamente opuesta. Su farmacia está abarrotada de clientes y ella no da abasto. Está acompañada por María Rosa, una venezolana que vive en Buenos Aires y cuya actitud la sorprende. «Cuando le explicaba a la gente, casi le insistía que donara algo y ella misma iba al estante donde estaban los productos y se los daba para que los pagaran en la caja. ¿Qué la movía a hacer todo esto? Ayudar a otros, casi sin conocer el Banco Farmacéutico, pero ella ponía sus horas y su disponibilidad para otros. En juego estaban su libertad y su corazón también».

En el transcurso de la jornada nos encontramos con gente que nos escucha, con otra que da un “no” rotundo, con algunos que dan explicaciones de los gastos que tienen, que ya colaboran con otros lugares, etc., etc., y con otros que colaboran. «Siempre uno pone su valoración o juicio sobre las personas: si está así vestido no compra, si compró cremas va a comprar curitas. Nada más lejano a la realidad; justamente el vestido de jogging compra, el de las cremas caras casi te devuelve el folleto. Me impresionó un chico joven de unos 22 años, llegó con auriculares, se los sacó para escucharme. Leyó el folleto y esperó su turno para la farmacia ¡y eligió cinco productos! Yo me sorprendí, porque en su mundo, escuchando música, estaba atento a la necesidad de otros. Al poner los productos en la caja vino a agradecerme a mí la jornada, la oportunidad de poder donar».

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El descubrimiento de Sonia abre las puertas al de todos nosotros: no puede dar por supuesto que la acción de donar sea obvia. «La gratitud fue decir: estas personas podrían no haber donado, igual que el resto, ¿quién las obliga? La gratitud era mía por ver que el Bien existe y es inexplicable; así como uno no se explica que haya gente que no done y ponga excusas, no se explica tampoco el bien, no es obvio y podría no darse. Surge una gran sorpresa, un agradecimiento de que exista, que haya personas que se muevan con afecto y en pos de un bien».

La desconfianza es un riesgo al que estamos expuestos. Muchos clientes me preguntaban si realmente los productos llegaban a quienes lo necesitaban y, en general, colaboraban confiados, tal como le sucedió a Miguel. «A dos personas que colaboraron con productos caros, les ofrecí los datos del Hogar para que pudieran corroborar que los iban a recibir y me respondieron: “confío”. Esta respuesta me llamó la atención; es reconfortante y también un aprendizaje para quien lo escucha, teniendo en cuenta la situación que estamos pasando como sociedad».

Óscar expresa así lo que ha sido la Jornada de donación de medicamentos 2019: «Dice nuestro amigo Julián que la caritativa nos lleva a tomar conciencia de la situación de las personas alojadas en los hogares y de nuestras necesidades, para dar una respuesta a ellas. Pero en el fondo nunca se logra dar una respuesta real ni a los requerimientos de las personas vulnerables del hogar ni a nuestras propias necesidades. ¿Quién responde verdaderamente a esto que nos falta? Quiero dejar abierta esta pregunta».
Rita, Buenos Aires