Annamaria Chiarabini

De Rímini al mundo

El 23 de septiembre murió Anna Maria Chiarabini, Memor Domini que estuvo mucho tiempo en Nigeria de misión. Una amiga recuerda la pasión e inteligencia que caracterizaron su presencia en Lagos, y que han dejado huella en la vida de muchos

Me gustaría expresar mi gratitud por los 14 años pasados en Lagos, Nigeria, con Anna Maria Chiarabini, fallecida en Rímini el pasado 23 de septiembre.
Anna Maria fue una persona que me quiso y me transmitió su enorme pasión misionera. Nos fuimos juntas ella, Olivetta y yo. Era el año 1988.
Antes de irnos pudimos asistir a una audiencia de los miércoles en primera fila, y saludar a Juan Pablo II. Cuando pasó delante de nosotras, Anna Maria le dijo: «Santidad, somos Memores Domini y, como usted nos dijo –“Id por todo el mundo”–, nos marchamos a Nigeria. Díganos algo». El Papa dijo: «Memores Domini». Ella insistió: «Sí, sí, somos Memores Domini, pero díganos algo». Él repitió: «Memores Domini». Y siguió saludando a las personas que estaban después de nosotras. Pero a los pocos instantes se giró y nos dijo: «Memores Domini, ut fructus vestrum maneat». Comprendimos que ser quienes éramos era nuestra tarea, la única posibilidad de que nuestra misión pudiera dar fruto. Aquella frase la escribimos en nuestra casa de Lago.

Lo primero que me llamó la atención de Anna Maria fue su gran pasión por encontrarse con la gente. Era algo que le venía de haberse criado con el Meeting de Rímini, para ella todo había que hacerlo a lo grande. Recuerdo la presentación del ¿Por qué la Iglesia? con el cardenal Anthony Okogie. O la exposición “De la tierra a las gentes”, en el centro cultural más importante de Lagos, con un inmenso trabajo de preparación de guías hasta el mínimo detalle… Y el comentario de algunos al final: «No hemos peregrinado a Tierra Santa, pero lo que hemos visto aquí y cómo nos lo habéis explicado es aún más grande».
Las vacaciones con los jóvenes, su pasión por que los amigos nigerianos pudieran descubrir la belleza de las cosas (lectura, poesía…) que nos fascinaban. Con un grupo de bachilleres y universitarios representamos La anunciación a María, Miguel Mañara y una selección de poemas de Péguy acompañados de fragmentos musicales. Anna Maria era el alma, yo la mano de obra.

Para ella, todo debía juzgarse desde un trabajo cultural, the cultural work, como decía ella. Me ayudaba a preparar mis clases para los enfermeros de la St. Kizito Clinic, a organizar las ceremonias de apertura del centro para que todo pudiera ser una ocasión de encuentro con la belleza y con un sentido para la vida. Hasta que llegó lo que nuestros amigos universitarios llamaron la “epopeya”: conseguimos una sustancial financiación para la formación en prevención de Sida y organizamos unas jornadas de tres días en un resort en pleno océano con estudiantes universitarios, de donde nació un gran trabajo de juicio y propuesta sobre un tema tan importante.

En 1998, para la visita de Juan Pablo II en Nigeria, durante la cual beatificaría a Michael Iwene Tanzi, hicimos un viaje por los lugares donde vivió el que sería el primer beato de la historia de Nigeria. Surgió una muestra que expusimos en la Nunciatura durante la visita papal y luego en las parroquias de la ciudad. Cada panel de la exposición llevaba el logo con las flechas y la “X” con la que don Giussani explicaba la dinámica religiosa. Frente a todos los intentos del hombre se encuentra Dios, haciéndose carne, viniendo a nosotros. Eso era justamente lo que mostraba la vida del beato Tanzi.
Viendo el nuevo monumento a don Giussani construido en Rímini, volvían a mi mente aquellos paneles y todo el trabajo que hicimos con Anna Maria.

Es conmovedor ver cómo nuestros amigos nigerianos como Victor, Martin y otros buscaban a Anna Maria durante los últimos meses de su vida, viniendo a verla hasta Italia. No querían perder la gracia de todo lo que aprendieron con ella hace tanto tiempo, a pesar de que el paso de los años y las cosas de la vida hubieran hecho que aquello pasara a un segundo plano.

Cuando me enteré de su enfermedad, el día de su cumpleaños, la acompañé con la oración y con una gratitud inmensa, por una amistad que solo puede nacer y vivir dentro del sentido de la vida que don Giussani ha puesto entre nosotros, y en la estrecha compañía de la vocación a los Memores Domini.
Chiara Mezzalira, Ngozi (Burundi)