Lima

Lima. Yo, igual que el pastor errante

Después de 25 años de misión en Perú, Giuliana regresa a Italia. Para Andrea supone un dolor enorme. Luego encuentra en Huellas una carta que su amiga escribió a Giussani antes de partir. En aquellas líneas estaba la respuesta a sus preguntas

Hace poco me enteré de que una gran amiga mía, Memor Domini, vuelve a Italia después de 25 años de misión en América Latina. La noticia de su retorno me partió el corazón, por el intenso vínculo afectivo que tengo con ella desde que fue mi profesora en la Universidad Católica Sedes Sapientiae, hace varios años.

La noche que salí de su casa, muy triste, después de que me lo dijo, tenía en la cabeza un millón de preguntas respecto a la vida, la vocación, la misión, acerca de la tristeza y el dolor, y nunca antes me sentí tan cercana a Leopardi. Tenía exactamente sus mismas preguntas: «¿Nuestro pesar y suspirar qué significa? ¿A dónde tiende este mi vagar breve? ¿Qué significa esta soledad inmensa? ¿Y yo, qué soy?». Todo me parecía superficial respecto a lo que verdaderamente importa y durante una semana no pude pensar más que en ese «misterio eterno de nuestro ser».

En esos días, encontré una bella carta publicada en Huellas que mi amiga le escribió a don Giussani poco antes de venir de misión a América en 1994. Ella le decía que partía totalmente serena y confiada para ayudar a Cristo y para a ayudarle a él (a don Giussani) a hacer llegar su mensaje al corazón de cada hombre, porque «en esto reside todo el bien, la consolación y la felicidad de la vida». Leer esto me hizo pensar en que yo no puedo quererla ¡tanto como la quiero! y no querer aún más a Aquel que ella me ha mostrado y me sigue mostrando.

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Me hizo pensar en mi responsabilidad ante Cristo: «Depende de nosotros, débiles y carnales, el hacer, vivir, alimentar y conservar vivas en el tiempo esas palabras pronunciadas vivas en el tiempo» (Cartel de Pascua, 2017). Entendí que a pesar de lo humano y doloroso que es extrañar a una persona que significa mucho para tu vida, lo que más importa es decir que sí al Señor. Porque así como yo y otros más somos el fruto del sí que Giuliana le ha dado a Él, ahora yo puedo ver cómo algunos de mis estudiantes van encontrando a Cristo a través de mí, pese a lo que yo soy, únicamente cuando le digo que sí. «No hay nada más humano que el fiat, nada más consciente y comprometedor para la libertad», dice don Giussani en uno de sus comentarios al Angelus. Esa noche, al salir de su casa, Giuliana me dijo: «Recemos juntas el Angelus, porque ese el punto al que hay que volver siempre: “Hágase en mí según tu palabra”».
Andrea, Lima (Perú)