Europa. Una comunión que cambia la mirada

Candidato a las municipales y con un amigo en la lista adversaria. ¿Se puede trabajar juntos para el bien común?

Al haberme presentado como candidato a las municipales, estaba muy interesado en el tema de las elecciones. Gracias a esto, no solo me he tomado más en serio la cita política, sino también la vida misma.

Cuando me enteré de que otro amigo de la comunidad de CL se iba a presentar en una lista adversaria, de entrada, tuve un sentimiento de rebelión. No obstante, justo después, nació el deseo de colaborar con él justo por ese bien común del que se habla en el documento de CL. No es necesario que compartamos las mismas ideas, que seamos de la misma lista. Y la relación entre nosotros se ha fortalecido a raíz de este deseo y de esta comunión, dialogando entre nosotros como adversarios, tal vez más a menudo de lo que habíamos hecho hasta entonces.

Para mí, esta comunión es imposible fuera de la comunión más grande que es el movimiento. A principios de febrero, cuando me llamaron para presentarme como candidato, reflexioné sobre mi consistencia, un tema que también he encontrado en un artículo de Davide Prosperi de Huellas donde habla de la «creación de un sujeto humano maduro»: no es posible actuar en la realidad sin mancharse las manos. Pero, ¿tenía claro cuál era la fuente donde ir a limpiarlas? Por esto, antes de dar una confirmación definitiva, me confronté con mi mujer, con mi grupo de Fraternidad, con otros amigos del movimiento y otros católicos involucrados en política. Mi lema es: «Dialoga con quien quiere dialogar, reza por todos». De un modo especial, rezo para que todos, incluso en el momento más serio, puedan estar alegres porque, como decía don Bosco, «el demonio tiene miedo de la gente alegre».

Solo a partir de esta comunión, no importa dónde se siente uno en el pleno municipal, se puede dar testimonio de Cristo vivo incluso en la comunidad civil. Y si es cierto en este ámbito, ¿por qué no va a valer también en Europa?

Añado otra experiencia significativa. Una mañana de hace unos días me llamó mi hija, que estudia en Rímini, bastante desanimada por una dificultad en su carrera y en la relación con un profesor. Además, me contó que iba a guiar la asamblea de los universitarios sobre el documento de CL de cara a las elecciones. Tuvimos una larga conversación, pasando de un tema al otro, porque ambos tienen la misma raíz: la vida, que se pone en juego por un deseo más grande. La animé a vivir ambas situaciones con todo ese deseo, expresarlo a los demás era la única forma de salir de ese impasse, la única posibilidad de construir un puente con los que tenemos cerca, construir un puente con Europa y con el mundo entero. Poco después, vie en Facebook el enlace a una carta de Dodi de Rímini. Se la reenvié a mi hija, sugiriéndole que quedara con ella a tomar un café y pedirle algunas ideas para la asamblea de esa tarde. La llamó y, al final, Dodi fue a la asamblea del CLU y fue algo extraordinario.

También la invité a ir hasta el fondo de la misma manera con su profesor, como dice el manifiesto: «¿Acaso no es cierto que, antes incluso de encontrar una solución a los miles de problemas cotidianos, lo que todos necesitamos es algo que sea capaz de cambiarnos la mirada, de hacernos volver a saborear el gusto del vivir, despertando nuestras ganas de hacer algo?»
Stefano, Lugo (Rávena)