Portofranco

Hacia las europeas. Obras en curso

El encuentro en Portofranco con un chico de Estados Unidos. La relación con la familia, las complicaciones de los trámites, los problemas insuperables... Y un testimonio de Lituania que permite abrir los ojos a «todo lo positivo que hay en mi vida»

Me ha llamado mucho la atención el testimonio de Lituania publicado en Huellas de abril, cuando dice que «cuando nos encontramos con una familia con problemas, no analizamos la situación detallando sus dificultades, sino que buscamos los recursos positivos de las personas implicadas. Relaciones, capacidades, deseos. La gente no se da cuenta de lo positivo que hay en su vida. Si se lo haces ver, cambian de actitud e intentan volver a empezar». Leyendo este párrafo, me he dado cuenta de cuántas veces en mi vida yo tampoco reconozco lo positivo que hay, y cómo este rejuicio, me impide quererme y tomarme en serio.

En Portofranco, este año ayudo a un chaval americano que en junio tiene que presentarse a los finales de secundaria. Hijo de padre italiano y madre americana, el fallecimiento repentino de un hermano de su padre en septiembre les obligó a la repatriación. Ningún colegio aceptó al chaval, que tuvo que "conformarse" con uno de esos institutos privados que preparan a los chavales para recuperar los años perdidos.

Lo más interesante, más allá del trabajo en sí para que aprendiera italiano, es la relación que paulatinamente se ha ido estableciendo con la familia y sobre todo con su padre –el único que sabe italiano–, a pesar de que yo ¡no hablo ni una sola palabra de inglés! La madre, por Navidad, como se le da bien hacer punto, me regaló una bufanda hecha a mano. Les he sugerido posibles terapias para su otro hijo, de 18 años, que tiene síndrome de Down.

Todo era muy complicado y agotador, sobre todo por los trámites burocráticos de reconocimiento en Italia del iter escolar del chaval en Estados Unidos. Cada vez que nos veíamos, surgía un problema nuevo y ha tenido una discreción absoluta al compartirlo, sin quejarse ni pretender recibir ayuda. Yo, cuando podía, me implicaba preguntando a amigos y a agencias consultoras para superar ciertos obstáculos que parecían insuperables.

Todavía estamos en ello, pero lo que se ha puesto de manifiesto es que no son los análisis lo que solventa las cosas, ni «otra teoría política o una nueva estrategia organizativa», sino más bien compartir una vida y, como dice el Papa Francisco, «realizar una amistad social, para un diálogo y encuentro donde cada uno pueda ofrecer la contribución de su propia experiencia a la vida común».
Gracias por la oportunidad que ofrece el movimiento de poder compartir la experiencia de cada uno.
Giulia, Milán