Jornada de apertura de curso en Jarkov

Ucrania. «Se puede vivir por un amor, no por una obligación»

La Jornada de apertura de curso de CL en Jarkov. Unas 80 personas acuden desde Ucrania, Rusia, Bielorrusia e Italia para escuchar las palabras de don Giussani y volver a mirar lo que ha sucedido en sus vidas

Este año, la Jornada de apertura de curso ha sido exactamente lo que tenía que ser: el principio de un trabajo, algo nuevo que empieza. En Jarkov, nos reunimos 80 amigos de Ucrania, Rusia, Bielorrusia y también Italia.

En un país como este nada puede darse por descontado. Viajar, pasar la frontera (seguimos viviendo en guerra), el agradecimiento por vernos, la conciencia de lo que ha pasado una vez regresado cada uno a su casa… La unidad entre nosotros es verdaderamente un misterio: volver a ver este rostro o aquel puede llegar a ser un regalo enorme, mucho tiempo esperado.

La mañana del 13 de octubre teníamos que haber empezado el gesto con una asamblea a las 12.30h. Esperábamos con inquietud a los que venían del extranjero. Sin embargo, en un momento dado, nos llega la noticia de que habían parado a los amigos rusos en la frontera y llevaban allí dos horas. Ángela, de Moscú, me contó luego que esa también había sido una ocasión valiosa. Ella fue la primera en pasar el control y un guardia fronterizo había empezado a acosarla a preguntas: «¿Quién eres? ¿Por qué vas a Jarkov? ¿Por qué sois tantos? ¿Qué es esta conferencia titulada “¡Vivo quiere decir presente!”?». Tras titubear unos instantes pensando qué decir: «He venido aquí con mi comunidad, he respondido a una propuesta del movimiento y ahora mi vida es esto, ¿cuál es el problema?». La preocupación desaparece y pide al guardia que le haga preguntas más concretas, a las que contesta remitiendo también a la página web de CL en ruso. «Le conté mi historia, cómo conocí el movimiento y todo el camino que he hecho, hasta llegar a explicar por qué me encontraba allí sentada frente a él en ese momento. Algo cambió en ese habitáculo, ese “sí” que dije a Cristo fue la ocasión para entender lo que constituye mi vida».

Durante la asamblea me conmovieron muchos testimonios. Roman, de Moscú, habló de una amiga que le preguntó sin rodeos: «¿Todas estas cosas, la Iglesia, Cristo, Giussani, son verdaderas o no? ¿Crees que Cristo puede entrar concretamente en tu vida, en todos tus miedos y sufrimientos?». A partir de ese desafío él empezó un trabajo para verificar si efectivamente Cristo era tan concreto en su vida. Natasha contó a todo el mundo que había sido madrina de bautizo de una dependienta suya, Karina, junto a un amigo, Vasija, que estaba allí con nosotros por primera vez, con la mirada de un niño que «por fin ha encontrado una comunidad», como contó luego. Andrei de Gomel, Bielorrusia, contó que para él había empezado una vida nueva desde el momento en que había empezado a desear vivir el movimiento allí donde vive. «Cada uno de nosotros puede ser para el otro un instrumento a través del cual Cristo le dice: “te he oído, estoy contigo”. Esto es concreto, no tengo que esperar a que alguien me resuelva las cosas, ¡tengo que mirar las cosas!»



Silvio Cattarina, director de la comunidad L’Imprevisto de Pesaro, contó cómo le había llamado la atención Tania, una de las chicas de la Casa Volante que quiso que sus hermanos conociesen esos días a las personas que ella más quiere, las más útiles e importantes de su vida. «Tania dijo: “Ahora sé quién soy. Mi nombre, mi rostro me lo ha dado esta amistad. ¡Desde que era pequeña, desde siempre, estaba esperando un encuentro así, una posibilidad así!”. Quien me da el nombre es esta compañía, y para que pase esto es necesaria una espera verdaderamente grande, infinita y apasionada».

Misha, bielorruso que vive en Kiev, habló de su hermano, que decidió no ir a la Jornada de apertura de curso en Bielorrusia porque tenía un compromiso de trabajo. «No le he echado un sermón, solo le he preguntado: ¿de verdad? Él, muy decidido, me ha contestado: “Sí, no voy”. En ese momento no le dije nada. Luego, durante la cena, mi hermano me dijo que no iba, pero que “he encontrado a Cristo hablo con él todos los días”. Lo dijo con sencillez, de forma dramática, sin énfasis ni fanatismo. Era evidente que algo le había pasado. Conozco su voz, sé cuándo dice “yo” de verdad».

Por último, Lali contó que «desde las vacaciones de verano en los Cárpatos, leo el cuadernillo de la Fraternidad. Y esto me regala una mirada que me libera de mis medidas. Podemos mirarnos de esa forma, puedo pensar en mí misma, sin partir de una medida, sino con la mirada de Dios, porque yo soy la persona por la que Dios envió a su Hijo. Mi vida es esta decisión. No lo que tengo que hacer (ser una buena empleada, una buena madre), sino levantarme cada día y descubrir lo que me sostiene. Se puede vivir por un amor, no por una obligación».

Al terminar la asamblea, Elena decía: «Podemos decir todo estas cosas por una sola razón: Cristo está presente». Durante la comida, por todas partes rebosaba la intensidad de la mañana. Nos pusimos al día de las novedades de nuestras ciudades, el día a día en el trabajo o en la universidad, todo lo que está cambiando para cada uno, hablamos de lo que está ocurriendo en la Iglesia ortodoxa, muchos amigos plantearon preguntas sobre su vocación, contaron cómo la vida de cada día hace que sea más radical la pregunta: «¿Quién soy yo? ¿Para qué sirvo al mundo? ¿Qué quiere el Señor de mí?». En muchos de los que he encontrado, esta familiaridad es cada vez más presente.



Por la tarde, Jean-François nos introdujo la lección de don Giussani sobre el 68. Luego escuchamos un pasaje del audio, leyendo los subtítulos en ruso. Qué fuerte y qué impresión escuchar la voz de don Giussani en este lugar de la tierra, en Ucrania, donde él nunca estuvo pero donde estamos nosotros. Hay quien estaba demasiado lejos de la pantalla y no veía, y por eso otros leían en voz alta para que nada se perdiera. «Espero que hayáis podido percibir el pathos de Giussani», concluyó Jean-François. «El camino que se nos propone promete esta familiaridad con Cristo. ¿Le quiero conocer ahora? ¿Le puedo ver ahora? Nuestro corazón vibra cuando el Señor habla. El camino que se nos ha dado es nuestra vida juntos, nos invita a volver al principio sin el cual todo muere. El cristianismo está presente; no estaba, está».

Por la noche cantamos juntos y Elena propuso los gestos de la vida del movimiento: la Escuela de Comunidad, la escuela de comunidad de Carrón vía satélite, la caritativa y el fondo común. Para explicar concretamente lo que es el fondo común se informó del importe recaudado y en qué se ha gastado ese dinero. La comunidad de Ucrania, por ejemplo, apoya también a una amiga que está de misión en Perú, Alina. Su madre vino con nosotros estos días y resplandecía de agradecimiento.

El domingo por la mañana acudimos a la liturgia ortodoxa en Tiemchinkij, una localidad rural. Se celebraba la fiesta de la Virgen del Manto; y es que verdaderamente necesitamos ponernos bajo ese manto, ser abrazados de nuevo por un amor que no se agota.

Al regresar a casa, en el autobús que cruzaba la campiña ucraniana, se me pasó por la cabeza una frase de Clemente Rebora que he escuchado muchas veces a lo largo de mi historia. «Urge una decisión tremenda: decir sí, decir no, a algo que sé». Siempre he pensado que esto no supone algo “ya sabido”, sino un verdadero comienzo: decir sí, decir no, a Alguien que he visto, que veo en acción, por mí y por los que están conmigo.

Estos días, con los amigos, seguimos repitiéndonos una cosa que Polina, de Jarkov, expresó perfectamente: «Vuelve a empezar la vida cotidiana y yo no quiero perderme». Fue un momento rapidísimo, pero que abrió muchas preguntas en mí sobre la amistad, nuestra comunidad, mi fe, sobre lo que quiero decir cuando afirmo ser cristiana. ¡Verdaderamente, tenemos trabajo por delante! Creo que el trabajo más importante será acordarse de esto, que es el auténtico inicio. Necesitaremos mucho tiempo para entender lo que nos está pasando, todo el tiempo del camino.
Maddalena, Jarkov