En la Plaza San Pedro

«Mi peregrinación y esa perla»

Uno de los jóvenes del movimiento cuenta su encuentro con el Papa Francisco en el Circo Máximo. Llegó a Roma con sus amigos, su saco de dormir y un montón de preguntas sobre el futuro y su vocación. «La fiesta es la vida de la Iglesia»

He leído que la vigilia del 11 de agosto en el Circo Máximo con el papa Francisco ha sido “una fiesta”, pero ese no me parece el término más adecuado. Después de una fiesta no suele quedar nada, más allá de una mezcla de sentimientos confusos que se mezclan con recuerdos que pasan sin dejar huella. Por gracia, esa no ha sido mi experiencia en la peregrinación organizada por Comunión y Liberación en Roma, que empezó el miércoles 8 de agosto y culminó la mañana siguiente a la vigilia en el Circo con la misa en la Plaza de San Pedro y el rezo del Angelus con el Santo Padre, propuesta especialmente a los jóvenes que habían terminado sus estudios tanto en la universidad como en el liceo.
Más allá del aparente incordio de tener que interrumpir las vacaciones para introducirse en la calurosa capital romana en pleno agosto, he podido compartir con muchos amigos, durante las semanas previas a este gesto, la necesidad implorante de que todo esto no se quedara solo en un momento de la vida especialmente marcado por las preguntas personales sobre el destino y las decisiones a tomar respecto al futuro.

Llegué a la capital italiana con esta herida y acompañado de amigos que han compartido conmigo el camino universitario. Las preguntas sobre el futuro y la vocación que este momento de mi vida me impone suponían un peso enorme sobre mis espaldas, que se unía al demonio del miedo a la infelicidad. Mientras que yo lo que quiero para el momento presente y para los días que están por venir es el famoso “ciento por uno”, pero lo que se esconde detrás de cada decisión a tomar es la pesadilla de pensar que nada podrá hacerme feliz.

Esta peregrinación ha sido para mí fundamentalmente una ocasión para estar cara a cara con Cristo. He podido tener tiempo para nosotros dos, de tú a tú, durante la paciente espera de encontrarme con su vicario. No es que haya tenido visiones, ni siquiera con el intenso calor, ni iluminaciones. Como nos invitó a hacer don Pigi, el sacerdote que guiaba el gesto, he intentado no ceder al personal Jesus que puede tomar forma en los pensamientos de cada uno, sino mirar al auténtico Jesús, al único, presente en nuestra compañía (nota bene, solo un detalle entre miles: no es de este mundo el modo en que hemos cantado por las calles de Roma, después de noches al raso ni bajo ese sol), el que nos testimonian los santos mártires a los que están dedicadas las basílicas que hemos visitado, como San Lorenzo y San Sebastián, o el Papa que nos ha convocado. Es decir, el Cristo que sigue vivo en la Iglesia.

El Papa Francisco saluda a los jóvenes

Si Roma ha sido una fiesta no ha sido solo por la simple congregación de jóvenes llenos de vida. La fiesta ha sido vivir apasionadamente el cuerpo de Cristo que es la Iglesia durante unos días muy intensos. Esta gracia particular que se me ha concedido de sorprenderme fácilmente por la presencia de Jesús me ha llenado de paz y alegría, son sentimiento que a priori nunca habría asociado a un gesto hecho de kilómetros a pie y noches al raso. Pongo un ejemplo. Un amigo me pidió que colaborara en el sostenimiento del gesto ayudando a llevar uno de los altavoces que usamos para permitir a todos oír el rezo del rosario y los cantos, entre otras cosas. Me sorprendió encontrarme ofreciendo esta fatiga, secundando mi deseo de decir sí cada día, lo que comportaba en este caso tener que ir sosteniendo el altavoz con el brazo en alto y estar pendiente de la señal del micrófono.

Durante la vigilia, el papa Francisco nos invitó a preguntarnos qué es lo que tiene más valor para nosotros, cuál es nuestra «perla», usando un término evangélico, por la que estaríamos dispuestos a vencerlo todo. Doy gracias por esta peregrinación, porque me ha vuelto a ofrecer con amorosa y paciente gratuidad la «perla» que es Cristo. Una fiesta que va más allá de reunirse en el Circo Máximo y que pido la gracia de seguir celebrando en los días que vendrán, con curiosidad por descubrirla más allá de la graduación.

Carlo, Milán