Excursión en Cervinia

Cervinia. «El Señor nos ha convocado a todos»

Parecían unas vacaciones más, como todos los años. Pero la muerte repentina de Massimo en una excursión lo cambió todo, con una pregunta dramática y urgente

«Solo si esta acción de Dios es juzgada, reconocida y conservada viva en la memoria, podrá determinar la acción de cada uno y de todo el pueblo, podrá constituir el origen de su forma de estar frente a todo». Estas palabras de los Ejercicios de la Fraternidad leía Ignacio durante la asamblea del sábado por la noche, después de pasar unos días tan especiales, en los que lo divino quiso implicarse de manera tan extraordinaria para sacudir el corazón de todos nosotros, más de quinientas personas, entre adultos y niños, para unas vacaciones en Cervinia del 11 al 15 de julio.

Nos reunimos la primera noche poniendo en el centro el lema sugerido por el movimiento como indicación de método para vivir las vacaciones, “Por estos hechos sabréis que yo soy el Señor”. «Es la preferencia, la iniciativa que Dios emprende, no una capacidad del hombre, lo que funda la posibilidad de conocerle a Él y de conocerse a uno mismo», decía Carrón en los Ejercicios.

Así se nos invitó a cada uno a prestar atención a cualquier signo, a cualquier acento en el que poder sorprender la incesante iniciativa de Dios para poder experimentar su presencia, reconocer que Él es el Señor. Angelo no se movió ni un milímetro en ningún momento de la memoria de este precioso punto. Y el jueves por la mañana, en los laudes, antes de empezar la excursión, nos animaba a vivir esa jornada como una “búsqueda del tesoro”, en busca de los signos de Su presencia. Ante una invitación así, aquella mañana mi corazón se llenó de curiosidad. Qué impresionante humanidad se congregaba en las puertas del hotel bajo un cielo limpísimo y un cálido sol, todos atentos a preparar los últimos detalles: los bocadillos, las botas, las gorras, las cremas solares, algún que otro capricho… Laura y Massimo acababan de llegar de Milán y, después de que los recibieran Marta y Angelo, que los habían invitado, se pusieron en camino con todos nosotros. Aquella mañana el Señor, que hace suceder las cosas según un designio que no es el nuestro, quiso llamar consigo a Massimo, que murió a causa de un infarto durante la excursión.

Yo, como casi todos, estaba un poco lejos mientras atendían a Massimo. Enseguida un amigo nos invitó a rezar juntos. Empezamos con un misterio, luego el rosario. Un pueblo entero rezando intensamente. Poco después, antes de bajar, cantamos dos cantos alpinos. Lo hicimos de un modo distinto a lo habitual, impactados por la intensidad con la que Pino nos dirigía, a pesar de que no quería cantar. Porque aquellos cantos no tenían nada de casual, seguían siendo nuestra oración por Massimo, nuestro grito al Padre.

Llenos de dolor, continuamos con las vacaciones, interpelados en todo momento y en cada uno de los gestos por la evidencia y la imponencia de lo que había pasado. Su mujer, Laura, nos pidió que así lo hiciéramos. Cuenta Angelo que «lo que se hizo evidente es que el Señor había decidido llamar a Massimo precisamente en nuestras vacaciones, en las que él había decidido participar con un corazón sencillo, sin conocer a casi nadie, justo delante de nuestros ojos, dándonos tiempo para darnos cuenta (estuvo allí 40 minutos, hasta que se lo llevaron en helicóptero), si lo hizo es para llamarnos a cada uno de nosotros. Era un signo, doloroso, misterioso y dramático, de que el Señor nos pedía experimentar en primera persona que Él es el Señor».

Ante la muerte de Massimo todos nos hemos sorprendido con una pregunta de tal intensidad, de tal profundidad, de tal dramaticidad, que solo Él, el Señor, podía despertarla, una pregunta a la que solo Él, el Señor, podría ser respuesta. Lo que habíamos leído esa mañana –que solo un acontecimiento puede despertar la verdad de nosotros mismos y la verdad de nuestra vida (y la verdad es que somos hechos y no nos podemos dar la vida a nosotros mismos)– era justo lo que había pasado.

En los días y horas sucesivos pudimos ver el resultado de la acción de Dios cuando es juzgada, reconocida y conservada viva en la memoria. El resultado, como recordaba Ignacio, «es que la acción de Dios llega a determinar la acción de cada uno de nosotros y de todo un pueblo». Nosotros lo hemos visto en la manera de estar juntos, de jugar, de cantar, de ira a la excursión. El clima de belleza de las vacaciones cambió por completo, todo se volvió más verdadero.

La noche de aquel día nos reunimos en el salón para escuchar el Concierto para violín y orquesta de Beethoven y al día siguiente tuvimos una mañana de juegos. Todos participaron, grandes y pequeños, implicándose con una familiaridad nueva, distinta, que hasta hizo murmurar a un turista que pasaba por allí: «Esto es realmente increíble». Por la tarde escuchamos el testimonio de Forlo. «Siempre estamos ante una encrucijada», decía recordando lo que le había dicho Carrón en una ocasión: «recriminar o vivir». Esta alternativa está al acecho en cada circunstancia. Y nosotros hemos visto cómo una sencillez de corazón es la posición que te permite estar abiertos a las sorpresas de Dios y vivir.

Esto vale para Massimo, en primer lugar. Vale para Laura, que fue para todos nosotros un testimonio de una inmensa fe y humanidad. Vale para Giulia, que respondió inmediatamente a la invitación del Misterio tendiendo su mano a Laura y rezando con ella. Vale para Marta y Angelo, que se entregaron totalmente en esta circunstancia. Vale para Davide, el director del hotel, que hizo de todo para poder ayudar a Laura.

Hago mías las palabras de Angelo en el saludo final del domingo. «Vuelvo a casa con un deseo más agudo de vivir, con un deseo más agudo de no contentarme con nada que sea menos que Él, y de permanecer aferrado a todos vosotros, a Aquel que está entre nosotros». Verdaderamente, el Señor nos ha convocado a todos.
Claudia, Brugherio