Nos deja con ganas de Cielo
COPE...Veréis, yo tenía un amigo con un corazón redondo como el mundo. Lo veía todas las semanas y le daba un beso en las manos, para darme cuenta de que la salvación es posible en este mundo. La bondad, la integridad, la gracia. Porque mi amigo, Jesús Carrascosa, al que llamábamos Carras, era muy gracioso. Era un asturiano peculiar, del que lo más exacto que puede decirse es que era auténtico. No sé de dónde le venía su pasión por la justicia social, a los mejor de los mineros asturianos, pero en los años setenta se enroló en los movimientos anarquistas de la oposición española y, como era todo menos uno de boquilla, se fue a las chabolas de Palomeras, en el cinturón pobre de Madrid, y se instaló allí...
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