Dependencia

La Vanguardia
Maria de la Pau Janer

No podía vivir sin él. No hubiese concebido la vida sin su presencia. En los momentos alegres, como un puente a los juegos. En las horas tristes, como un consuelo, aquella vía de escape que permite alejarse de realidades tristes. Era su confidente, su informante, su mensajero. Le necesitaba. Una hora sin él le llenaba de incertidumbre, de inseguridades. Entonces el mundo se volvía minúsculo e inalcanzable. Su teléfono móvil le conocía las debilidades y los secretos, los deseos y las relaciones. Vivía una relación de dependencia, porque tras su pantalla se escondía el universo. Hoy en día muy pocas personas son independientes del móvil. Si alguien se queda sin batería, se mueve por una zona que no tiene cobertura, o, simplemente, olvida el teléfono en casa, suele sentirse a la intemperie. ¿Podríamos hablar de relaciones tóxicas entre los humanos y la tecnología? Tal vez...
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