Hojas de otoño

ABC
Pedro G. Cuartango

...Lo que yo no entendía es por qué Dios se lo había llevado y, sobre todo, por qué le había castigado con ese estigma que le hacía distinto. Yo rezaba por él, pero Dios guardó silencio. Nunca escuche ni una sola palabra de consuelo desde lo más alto. Y la vida siguió su curso. Jugaba al fútbol, me bañaba en el Ebro y miraba a una chica, la hermana mayor de un compañero de clase, que me gustaba y a la que jamás dirigí ni una sola palabra. Ni siquiera recuerdo su nombre. Han transcurrido muchos otoños, he pisado muchas hojas muertas y he paseado por muchos parques en tardes de lluvia, pero sigue viva la memoria de aquel niño que me invitó a su último cumpleaños, una semana antes de morir. Hoy su cuerpo es sólo un puñado de cenizas y ni siquiera tal vez eso. No sé por qué nacemos ni por qué morimos.
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