Un banco fraternal

La Vanguardia
Antoni Puigverd

...La mayoría de los que entraban en el súper, como he dicho, colaboraban. Bastantes lo hacían con entusiasmo: se anticipaban, venían a por más bolsas. Más de uno se presentó con un carro de supermercado lleno hasta la bandera. La mayoría llevaban las bolsas rebosantes. Otros, en cambio, ofrecían lo mínimo. Lo que podían: un kilo de arroz, 250 gramos de pasta. Yo les decía a todos lo mismo: “Gracias por ser tan generosos”. La mirada que me devolvían era de alegría. Colaboraban por fraternidad humana, por imperativo cristiano, por solidaridad de izquierdas, por compasión derechista o por experiencia personal (“yo también sé lo que es pasar hambre”). Cuando llegó el equipo de relevo, me supo mal tener que irme. Antes de hacerlo, llené mi propia bolsa. Pasé la tarde de un humor excelente. Ayudar es la mejor píldora contra la melancolía y el malestar interior. Desde que era joven y estudiaba en la universidad, he estado confrontado a un típico dilema: ¿justicia o caridad? Es un falso dilema. ¿Dónde está escrito que luchar por la justicia es incompatible con la caridad?
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