Solo con libertad

Alfa y Omega
Fernando de Haro

Julián Carrón ha dimitido como presidente de la Fraternidad de Comunión y Liberación (CL), movimiento de la Iglesia presente en más de 90 países. Lo ha hecho después de que el decreto general que regula el ejercicio de gobierno en las asociaciones internacionales de fieles, promulgado por el Dicasterio para los Laicos, haya establecido un mandato máximo de diez años para sus responsables. El sacerdote español, según ha explicado, no ha querido agotar el plazo de casi dos años que todavía tenía para dejar la presidencia con el fin de favorecer la libertad de los miembros de CL. Como el resto de movimientos, por la regulación del decreto, la fraternidad debe modificar sus estatutos y el modo de elegir a las personas que la guían.

Por su historia personal, Carrón lleva tatuada en el ánimo una convicción: no hay relación con la verdad si no es a través de la libertad. Por eso rechaza dar indicaciones sobre decisiones personales, modos de construir y desarrollar obras u opciones políticas. Está convencido de que cada uno debe aprender, equivocándose o acertando, de las determinaciones que toma. Cualquier otra fórmula le parece un atajo con consecuencias nefastas para la fe, una trocha que conduce al despeñadero en un mundo en el que el cristianismo, reducido a menudo a discurso, ética y piedad, puede convertirse en un falso refugio para los no quieren mirar la vida cara a cara. Esta pasión por la libertad le hace huir instintivamente de componendas y de cualquier remota relación con el poder que supuestamente pueda facilitar la presencia cristiana. Todo lo confía a la belleza desarmada de la vida de aquellos que se sienten atraídos y determinados por Cristo presente. Lo último que le interesa son los números o la defensa de ciertos espacios o ideas correctas en este «cambio de época», en el que las evidencias más evidentes se han derrumbado. Su única urgencia es el desarrollo de un sujeto cristiano maduro, no dualista...
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