Adolescentes en caída libre

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Costantino Esposito

¿Todavía queda algo que nos pueda sorprender en el guion de nuestra existencia? La mayoría de las veces es más de lo mismo, siempre previsible, y cuando se habla de sorpresas suele tratarse de ciertos “casos” imprevistos de la vida que –afortunadamente– nos siguen descolocando en nuestra rutina cotidiana. Sin embargo, por mucho que nos sorprendan, esos casos parecen llevan inscrito, casi grabado en su interior, el destino más tristemente previsible que existe, es decir tu fin, el final de todo. ¿Acaso no es ese el motivo por el que tantas veces intentamos protegernos de todo peligro, asegurarnos ante posibles cambios, defendernos del azar? La cuestión es que cualquier persona, cualquier yo, es un imprevisto ante la necesidad ciega de una naturaleza impersonal, y una de las cosas que más nos cuestan de nuestro estar en el mundo es precisamente la regulación del azar, exorcizar de alguna manera la misteriosa “gratuidad” de nuestro ser. Una gratuidad demasiado grande para poder ser aceptada, demasiado incomprensible para soportarla, hasta el punto de que a menudo la sustituimos por un “absurdo”. Una vida absurda, a la que no se le puede reconocer un sentido, una razón, un objetivo...
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