Literatura de observación

ABC
Pedro G. Cuartango

Hay una frase de Josep Pla que leí hace mucho tiempo y que me llamó la atención: «Si yo hubiera podido conocer a la gente, habría escrito libros colosales». Esta expresión es un ejercicio de modestia porque el escritor ampurdanés, como siempre subrayó, construyó su extensa obra en torno a lo que él llamaba «literatura de observación» en clara contraposición a la ficción. Esto tiene mucho que ver con el periodismo y el propio Pla gustaba decir que él era un periodista cuyos libros eran una recopilación de sus trabajos en la prensa. Y era cierto porque su mejor producción está vinculada a sus artículos como corresponsal durante las dos décadas en las que estuvo en Italia, en París, en Berlín, en Londres y en otras capitales europeas. Pla fue el único periodista español que cubrió la marcha de Mussolini a Roma en 1922. El periodismo en los diarios de las tres primeras décadas del siglo XX estaba menos ideologizado que ahora porque las empresas editoras eran familiares y competían por captar las grandes firmas de la época como Blasco Ibáñez, Pardo Bazán, Camba, Unamuno, Ortega o Azorín, que engrandecían la tinta impresa. Claro que todos estos intelectuales tenían ideología y que incluso algunos dieron el salto a la política, pero había una oferta periodística y una pluralidad que contrasta con los tristes momentos actuales en los que el Gobierno se arroga el derecho de establecer lo verdadero y lo falso. En este contexto sería hoy interesante la recuperación de esa «literatura de observación» que no es más que la vuelta al viejo periodismo: contar lo que pasa en la calle, penetrar en el alma de las gentes y, en suma, ser el espejo del que hablaba Marx cuando se refería a las novelas de Balzac. Hay una inflación de opiniones, y me incluyo en esta crítica, y a la vez existe un inquietante distanciamiento entre las páginas de los periódicos y lo que sucede en nuestro entorno vital, en ese entramado en el que se nutren los sueños y las frustraciones de los hombres. El periodismo es la historia del presente y, a veces, eso se nos olvida. Y perdemos perspectiva cuando damos tanta importancia a las querellas de los partidos, que en ocasiones –no siempre– son pura vacuidad, mientras somos incapaces de captar el trasfondo invisible de los acontecimientos. Tal vez estas reflexiones puedan parecer un tanto abstractas, pero creo que la caída de las ventas de los periódicos y la crisis del modelo son achacables a causas que tienen que ver con la incapacidad de adaptarse del periodismo a los nuevos tiempos. Dicho esto, todavía hay pocas cosas más gratificantes que leer los periódicos cada mañana, sea en papel o en ediciones digitales. Y se nota que algo está empezando a cambiar en la prensa, aunque sea por puro instinto de supervivencia.