Encuentros en la tercera fase

El País
Isabel Coixet

«¿Y eso es todo?» es una pregunta que me he hecho muchas veces en diferentes momentos de mi vida sin saber nunca cómo responderme: una vez ya llegada al destino final de un viaje, tras un trayecto de horas interminables por carreteras imposibles, o después de una función de ópera para la que compré las entradas muchos meses atrás. También oigo esa pregunta muy bajito en mi cabeza cuando una película de la que he leído maravillas se acaba de repente en el momento en el que estoy convencida de que va a empezar lo bueno. O una novela. O un espectáculo de danza o una exhibición de arte. Sí, lo sé, es una cuestión de expectativas: esperar cosas buenas siempre tiene sus peligros y sus servidumbres porque, si no tienes esperanzas, no te mueves ni actúas, y si tienes demasiadas, corres el riesgo de sufrir una decepción directamente proporcional al tamaño de tus ilusiones, un dilema que nunca he sido capaz de resolver. Ahora que los planes que teníamos hace unos meses para hoy parecen tan remotos como Ganimedes, corremos un claro peligro: que esas cosas que tanto hemos añorado, nos parezcan, cuanto menos, terriblemente banales y despojadas de lustre...
Pincha aquí para seguir leyendo